Seis
hombres una mujer
La década de los sesentas, fundamental en el desarrollo
intelectual de los escritores que se encuentran hoy en puestos de decisión en
Colombia, es el marco cronológico e ideológico de esta novela. El Mayo del 68,
la revolución cubana, el existencialismo, la lucha guerrillera y el activismo
universitario de izquierda —con sueños socialistas— determinan el comportamiento
posterior de los personajes que deambulan como fantasmas por sus capítulos.
Recurrente historia de amor —como todas las de Jorge
Eliécer Pardo— recrea sucesos en Bogotá. Jerónimo Santos y Ruth Mazabel,
estudiantes de ingeniería, comparten un intenso romance, sumergidos en la
música, la literatura y el activismo político. Él, hijo de un hacendado que
consiguió propiedades en la violencia de los
años 50, conectado con gamonales de provincia; ella, de un jubilado de los
Ferrocarriles Nacionales. Jerónimo vive una relación caótica con su padre y
logra llegar a ser ingeniero con sacrificios y soledades. Su hermano mayor,
Carlos, se ha marchado para las guerrillas y desaparece en medio del caos de un
país que se derrumba.
El azar y la vida conducen a Jerónimo a la burocracia. La
contradicción es manifiesta y el amor se lesiona. Ruth no puede admitir que sus
metas y sueños sean reemplazados por un empleo en el gobierno. Jerónimo, sin
darse cuenta, se halla metido en escenarios de poder, al lado de un senador con
un pasado escabroso de peculados. En una cena con el Jefe conoce a su hija Leonor, graduada en Ciencias Políticas. Ruth
decide marchar sin despedirse. En medio del marasmo del poder y la política,
Jerónimo se casa con Leonor y tienen dos hijos. Lo designan en un alto cargo
del gobierno y, al despertar de una aparente pesadilla en la cual se entrelazan
conflictos afectivos e ideológicos, cae en la inmensa nostalgia de los
recuerdos. Sumergido en la biblioteca que formó con Ruth en los años
universitarios indaga por las frases subrayadas, el mensaje secreto que Ruth le
ha dejado para rescatarla. La crisis aumenta hasta el punto de abandonar la
oficina y vagar por la ciudad en su búsqueda. En el Bar de Diva se hace a la amistad de hombres mayores, jubilados, a
quienes les cuenta su dolor y, como legión de solitarios alcohólicos, se
dispersan por la urbe a averiguar por ella. Beben y hablan largas horas y, finalmente,
cada uno la encuentra. Los
noctámbulos viven en el país de las desapariciones forzadas.
Las contradicciones en el amor y la relación del pasado y
presente conducen a Jerónimo a un desequilibrio emocional que lo lleva a la
locura. Innegable contradicción entre sueños románticos de juventud y la aterradora
realidad que lo consume sin remedio.
Una
novela que resume los sueños, frustraciones y contradicciones de la generación
de los años setentas en América Latina. Una polifónica historia de
desencuentros que plantea la soledad en la que se sumerge el hombre
contemporáneo que ha perdido sus valores en el falso mundo del poder. Un libro
en el que la literatura también es protagonista por su intertextualidad.
La
crítica ha dicho
Berta Lucía Estrada Estrada, crítica literaria
residente en Francia, de la Universidad de la Sorbona, en la más reciente
lectura de la novela (2018), plantea en su comentario, Seis hombres una mujer o la metáfora del desamparo, que “Jerónimo
Santos, el personaje central es un derrotado de la vida, náufrago de la
existencia. Un hombre atormentado hasta lo indecible que navega, más bien
naufraga, por los mares ignotos de la desesperanza, del olvido, de la añoranza,
de la morriña. Viaja en pos de una quimera, en pos de una mujer que solo existe
en su memoria obnubilada y enfermiza; él la crea y él la destruye, él la posee
y a través de él la poseen sus amigos que comparten también su ebriedad. Es un
hombre que se deja arrastrar por los convencionalismos de su casta social, la
familia, la esposa, los hijos, el puesto de funcionario amargado, el mismo que
olvidó sus sueños, que dejó atrás lecturas y autores que en algún momento le
abrieron puertas, ventanas que daban al infinito; un infinito que se cerró en
una noche sin estrellas y sin luna, la noche de su existencia oscura, carente
de sentido y futuro.
Las mujeres de Pardo son mujeres soñadas, etéreas,
invisibles, y aún así dejan una huella indeleble, una huella por la que los
hombres que las aman caminan por el resto de sus vidas. El lenguaje es poético,
tiene el sello, la impronta que caracteriza todo el trabajo de Pardo.
Seis hombres
una mujer es un libro filosófico. Hurga en el soledad del
hombre contemporáneo, del hombre que se sabe solo, de ese hombre que mira la
eternidad sabiendo que él es finito; por eso mismo siente la pesadumbre
aposentarse en su espalda y hundirlo en la cárcava que es su propia existencia;
esa existencia inane, absurda, incoherente, vacía; esa existencia que conduce a
la nada y por ende al pavor de saberse mortal y solo en un mundo en el que él
no tiene guarida; sabe que el calor de la llama aumenta su frío y que la flama
solo alumbra para que penetre más en la oscuridad del desamparo.
Jerónimo Santos, y por supuesto sus compañeros de
farra y desventura, es una metáfora del hombre contemporáneo, del hombre que ya
no sueña, o si lo hace es a través de la nebulosa del alcohol; como el Cónsul,
el alter ego de Malcolm Lowry, en Bajo el
volcán, ese otro personaje atormentado y derrotado por la vida, perdido en
su propio laberinto; un laberinto sin Dédalo, sin hilos de Ariadna, sin alas
para salir volando por alguna ranura. Y como Lowry, Jerónimo Santos, en
compañía de sus amigos, camina como un funámbulo por la cuerda floja, siendo
consciente que pronto caerá al vacío, al igual que él su única pértiga son dos
botellas de licor, una en cada mano; éstas, en vez de lanzarlo al vacío que
tanto anhela, evitan su caída, tal vez porque saben que no hay red que detenga
el salto al vacío. No en vano el libro abre con un epígrafe de Walt Withman: Si no me encuentras no te desanimes; si no
estoy en aquel sitio búscame en otro. Te espero… en algún sitio estaré
esperándote.
Pero, ¿cómo se espera a una sombra? ¿cómo se
encuentra a la sombra que alguien ha creado de sí mismo? ¿cómo se materializa
la presencia fantasmagórica que un beodo pare para sí mismo? ¿cómo alcanzar los
sueños que surgen de las pesadillas del alcohol para luego perderse en la
desmemoria, en el olvido?
Podría decirse que Santos es el personaje que más
tarde se convertirá en Hendrik Joachim Pfalzgraf, el pianista que llegó de
Hamburgo, y por supuesto en Carlos Arturo Aguirre, el artesano del barrio
Egipto. Me refiero a los dos personajes centrales de El pianista que llegó de Hamburgo y La baronesa del circo Atayde, las dos primeras novelas que dan
inicio a la saga El quinteto de la frágil
memoria. En Santos y sus amigos ya está la simiente de un recuerdo del
futuro, léase de un espejismo que dibuja el croquis de la mujer ideal, de la
mujer única; esa que solo existe cuando se han bebido varias botellas de alcohol
y a las que se acaricia en el duermevela de la dipsomanía, para luego despertar
en las mañanas frías en una cama sucia y abandonada hace mucho tiempo por el
cuerpo de una mujer cualquiera; porque ya ni siquiera son capaces de ir tras
las huellas que las mujeres reales dejan cada noche de desvarío en el pavimento
eternamente húmedo de las calles bogotanas. Santos y sus amigos de farra son el
alter ego de esos otros dos fracasados y derrotados que aparecerán más de
veinte años después en la saga a la que hago referencia.
En otras palabras Jorge Eliécer Pardo logra hacer de
su narrativa un universo en el que indaga siempre sobre la fragilidad de la
condición humana, sin olvidar por supuesto su marca mayor: reflejar y contar la
historia colombiana, al menos la historia que ha sacudido a este país en los
últimos sesenta años.
Y es que a través de la metáfora del desamparo, de
la soledad, Pardo hurga en el infierno de la violencia social y económica para
mostrarnos la violencia que cada ser humano vive al interior de su propia
caverna; otra forma de hablarnos del fracaso del ser humano, de su incapacidad
de amar y de comunicarse con los otros, sobre todo consigo mismo.
Seis hombres
una mujer, es el relato del autoengaño, de ese mar ignoto en
el que los seres humanos navegamos creyendo que al día siguiente encontraremos
una tabla de salvación, cuando en realidad nos internamos cada vez más en el
laberinto de mares insondables, ese mar al que los griegos solían ver a veces
como un abismo, como las puertas del averno; allí donde ya no hay más caminos y
donde la posibilidad del regreso no existe”.
La profesora y escritora de Virginia Commonwealth University, Eugenia Muñoz, en su ensayo, Seis
hombres una mujer: la revolución perdida, enfatiza en que
“la voz narrativa escudriña y hurga en la mediocre y sombría cotidianidad de la
vida conyugal de Leonor Valenzuela y Jerónimo Santos ambos, al final, presas
del matrimonio sin el amor verdadero, de los deberes, de las apariencias
sociales, de las vacaciones anuales en playas cuyo sol, olas y gaviotas, nada
dicen a sus pieles ni a sus ansias insatisfechas. Jerónimo vive mordido por el
pasado que nunca llegó a ser el futuro feliz y compartido con Ruth. Por eso
toda su historia narrativa es una búsqueda infructuosa de la mujer que dejó ir,
que obligó a marchar de su vida por haberse entregado al mundo al que ella no
se sometería nunca: Te quiero así como
hemos crecido... Demos la bienvenida a la nueva etapa de nuestra vida, sin
matrimonio, sin compromisos, sin ataduras, sólo sabiendo que nada podrá
hacernos desistir de todo lo que hemos proyectado (Pardo, 133, de la
edición de Grijalbo Mondadori). Se reitera aquí la ideología de la juventud de
los años 1970, deseosa de ser consecuente con el manejo de su libertad
individual. Y de nuevo, este personaje femenino es más firme y decidido que su
compañero para mantener su filiación y lealtad, especialmente cuando ama
verdaderamente. Es más, Ruth sabe amar con libertad y se la concede también a
Jerónimo cuando se da cuenta de que él oscila entre ella y la influencia de su
familia, por favor, mi Jerónimo, no hagas
eso porque sé muy bien que ese otro que se meterá en el vestido de paño oscuro
no eres tú ni lo serás jamás. Te amo pero sabrás decidir la vida, no debes
sacrificarte por mí, pero tampoco te sacrifiques por un mundo que no te llenará
nunca (Pardo, 133). Con estos razonamientos Ruth le indicaba el camino
verdadero, pero él no estuvo en capacidad de seguirlo y la deja sola con los
ideales de cambios, reformas, sueños y planes para toda una vida juntos. Se perdió
allí la oportunidad del ‘matrimonio feliz entre marxismo y feminismo’,
parafraseando a la inversa a Heidi Hartmann. Lo único concreto que le quedó a
Jerónimo Santos fueron los libros que leía con Ruth. Esos libros de literatura
que encierran los caminos secretos de la vida para llegar a los mensajes más
insospechados y anhelados, como los que Ruth le subrayaba a Jerónimo. Aunque
para Jerónimo es tarde para el amor, no lo es para ejecutar la acción que finalmente
lo salva, cuando se enfrenta a la ruptura con ese mundo de mentiras en que ha
vivido y se entrega, por fin, a la labor de crear el libro que ideó con Ruth y
para Ruth, quien desde el epígrafe de Walt Whitman, que abre la novela, y como
fuerza impulsora creadora, desde el recuerdo le repite siempre a Jerónimo: Si no me encuentras no te desanimes; si no
estoy en aquel sitio, búscame en otro. Te espero... en algún sitio estoy
esperándote. Al final, el libro de Jerónimo es la misma novela que leemos
los lectores y lectoras y allí es donde se encuentra Ruth Mazabel”.
En Seis hombres una mujer: las extrañas formas del fracaso, el profesor e investigador universitario Jorge
Ladino Gaitán Bayona, reflexiona con “Milan Kundera que ‘la novela es el
espíritu de la complejidad’. A ella, como gran forma de la prosa, le
corresponde visitar los intrincados laberintos de la condición humana desde
diversas estrategias y recursos literarios. Esa conmoción estética y
humanística que invita a repensar el ser desde el reconocimiento de la
ambigüedad, la aporía o el absurdo, se hace presente en la lectura de Seis hombres una mujer, una obra en la
que se indaga el fracaso del intelectual cuando la lógica del trabajo y del
éxito social lo alejan de las personas y mundos alternos que el arte había
labrado en la juventud. […]. Alguna vez expresó Cioran que ‘fracasar en la
vida es acceder a la poesía’, refiriéndose a ese paraíso de la palabra al que
acceden quienes renuncian al éxito de la vida calculada. Esta es la vía que
toma el protagonista cuando al entrar a la universidad desdeña la estabilidad
económica que representa el mundo del padre. En su nuevo espacio vital, en el
que sobrevive haciendo cartas amorosas y resolviendo ejercicios de matemáticas,
abraza las incertidumbres del arte. De la mano de Ruth —con quien el amor está
repleto de lecturas y sorpresas— Jerónimo justifica su tiempo y su devenir
ontológico. Sin embargo, la misma universidad al arrojarlo de nuevo al orden,
la razón y la sociedad capitalista cuando le entrega su título de ingeniero, lo
retorna al designio político trazado por el progenitor. El intelectual,
convertido ahora en doctor —lo que motivará la huida de su compañera de ‘ocio
creativo’ a medida que se entroniza socialmente— gracias a un matrimonio por
conveniencia y a su relación con la alta esfera política, se sabe degradado por
una rutina y una creciente urgencia amorosa que lo incitarán a escudriñar un
pasado del que apenas le quedan ecos y nostalgias: Ruth y el convencimiento de
que perpetuarse en el tiempo no es dejar los hijos que culparán a un padre
descuidado que se obnubila en su frustración, sino comprometerse con la
libertad y la belleza a través de la creación literaria. Esta novela, en
definitiva, no sólo revela una cuidadosa escritura, una destreza narrativa de
quien sabe manipular el tiempo y los recursos de la intertextualidad y la
poesía. Además del placer de contar y de construir un mundo de ficción creíble,
se evidencia una visión moderna del arte, en la medida en que, sin descuidar
los valores estéticos, se ahonda en los conflictos fundamentales de la
existencia (en este caso el deterioro y el hastío del hombre culto que
sacrifica el arte y el amor por las promesas del dinero y el poder). La
complejidad psicológica de los personajes, la belleza del lenguaje, la tensión
y pulsión estética que nutren esta obra, invitan a la relectura y a considerar
que la literatura, más allá de los sacrificios, heridas y renuncias que exige
el ritual de la palabra, es, ante todo, tal como lo expresara el poeta
guatemalteco Luis Cardoza y Aragón ‘la única prueba concreta de la existencia
del hombre’”.
El académico William Geovany Rodríguez, en su ensayo, Un
existencialista irreconciliable analiza que “Jerónimo Santos, protagonista
de la obra en mención lo es, ya que en últimas es lo que determina su
personalidad. Éste personaje es sin duda uno de los más conflictivos en el
plano psicológico en la narrativa colombiana, así como lo han sido en la
narrativa universal, los hermanos Karamazov, que estructura en su narrativa
Fiódor Mijáilovich Dostoievski e Iván Illich, personaje principal que da vida a
uno de los libros de León Tolstoi. […]. Santos, cada vez que se
enfrenta así mismo tiene que correr con el peligro de que sus propios mundos
oscuros lo devoren. Por eso en ocasiones el temor no lo deja actuar como le
pasó con el hombre de la sombra, una vez que lo ve su pecho se llena de temor y
la angustia que se apodera de él no hace posible destruir sus demonios porque
el hombre de la sombra seguirá allí vigilándolo. En conclusión Jerónimo Santos
resulta ser todo lo que enfrentó un hombre que estuvo dado al naufragio
emocional porque su inestabilidad con su existencia lo llevó a declinar en
muchas de sus revelaciones, hecho que no permitió que él pudiera descubrirse a
sí mismo”.
El investigador Leonardo Monroy Zuluaga razona de Seis
hombres una mujer que, “en la medida en que crece la narración de Jorge
Eliécer Pardo, el protagonista se convierte en un símbolo de muchos de los
activistas de la izquierda del sesenta y del setenta en Colombia, que
terminaron arrullados por el canto de sirenas de los cargos públicos. Es un
fenómeno que parece repetirse en varios países, como lo comprueba por ejemplo,
para México, una novela como La región más transparente, de Carlos
Fuentes. […]. Pero la sencillez con la que se narra el conflicto del antiguo setentero,
los casi imperceptibles saltos de tiempo, la detención en momentos neurálgicos
de un activista transformado por los protocolos, y ciertas disertaciones que
aunque realizadas poéticamente no desentonan con el perfil de los personajes y
el narrador, la hacen una pieza interesante. A eso habría que añadirle, su
corta extensión, que colabora con el efecto buscado. Seis hombres una mujer invita a la reflexión sobre la
cristalización de los ideales, el tiempo que nunca se podrá recobrar y los
destinos no deseados. En especial sobre esto último, tal vez una de las
experiencias más amargas para un ser humano”.
Jorge Eliécer Pardo. © Foto de Mara 2017 |
El autor
Su
primera novela, El jardín de las Weismann
(1979, 12 ediciones) relata la aventura de una saga de alemanas que llegan a la
zona del café y se ven atrapadas por el erotismo, la violencia y la muerte. El
crítico de Toulouse, Jacques Gilard, traductor de algunas obras de Gabriel
García Márquez, la vertió al francés (Le
jardín des Weismann, 1996) y la comparó con el film Intolerancia de Griffith. Esta ópera prima fue
adaptada como serie en la televisión colombiana bajo el nombre La estrella de las Baum, que ganara un
premio Catalina en Cartagena de Indias. De ella se ha dicho:
“Es
El jardín de las Weismann, bello,
tenso y angustiado poema sinfónico. Si no me engaño, como diría Borges, esta
novela se debe catalogar entre las mejores de la segunda mitad del siglo pasado
en Colombia”, (Isaías Peña Gutiérrez, Universidad Central).
“El Jardín de las Weismann, texto en la
cátedra Literatura Hispanoamericana de Universidad de La Sorbona, es una
pequeña joya de la literatura latinoamericana”, (Olver Gilberto De León, profesor
y crítico uruguayo).
“Siempre he sostenido que El Jardín de las Weismann, es una de las mejores novelas en el muy
triste panorama de la novela de la Violencia. La he visto como un objeto tan
finamente construido como un reloj suizo. Incluso, si dirigiera algún día un
taller para escritores jóvenes, elegiría dos textos obligatorios como lectura, El Coronel no tiene quien le escriba, de
Gabriel García Márquez y El Jardín de las
Weismann, de Jorge Eliécer Pardo”, (Raymond Williams, Universidad de
Cornell).
“El Jardín de las Weismann obra clásica
contemporánea de la narrativa nacional”, (José Luis Díaz-Granados, poeta y
crítico colombiano).
Su segunda novela, Irene
(8 ediciones, traducida al inglés), es una historia de amor. Sus personajes
deambulan por los espacios ilimitados de la ciudad y por los laberintos de sus pasados
angustiantes. Es un libro sobre la soledad del hombre de hoy, una novela que
debate la vida incomunicada de inquilinos de edificios y avenidas que recrea y
testifica el poder de una imagen evocada desde la inconsciencia: el espejo de
la cotidianidad que carcome junto a la monotonía. Las arañas, ese símbolo freudiano
erótico y maternal acorrala, como la represión ejercida por la violencia
física, a Octavio Sarria, perseguido por sus recuerdos de infancia y por su
incapacidad para amar. Detrás de Octavio, de su música, de sus viajes, de sus
rebeldías y sueños, se halla el hombre de un país convulsionado. Distintas
historias se entretejen, la portera del edificio esperando a su amante
guerrillero, el abogado solitario que camina todas las noches como un
prisionero, el violinista que pulsa el arco como anunciando su existencia, el
rostro de una mujer imaginada por un pintor igualmente desaparecido, la
terrorista que dejó solo una sonrisa en la primera página de un diario
vespertino. Irene es la superficie
ilusoria donde no queremos vernos pero que sabemos estamos atrapados.
Representa a la mujer de hoy, independiente, autónoma, amante, ambiciosa y
soñadora que comparte desde el amor las contradicciones del mundo.
Berta
Lucía Estrada Estrada, estudiosa de la obra de Pardo, en reciente lectura (2018)
categoriza, en apartes de su ensayo, Relato descomunal de la soledad del hombre contemporáneo: “Irene, que bien podría titularse La Migala, como el cuento de Juan José Arreola, es una breve
sinfonía, perfecta como el mecanismo de un reloj o como una operación
matemática; y por ello mismo compleja y enigmática. […]. En La Migala de Juan José Arreola leemos: la migala discurre libremente por la casa,
pero mi capacidad de horror no disminuye. Es la frase que abre el
minicuento, en ella está el logos, casi que se podría decir que el resto de la
narración sobra, que es una explicación no pedida; lo mismo se podría decir de
la nouvelle Irene de Pardo: Octavio Sarria jamás arrancó de su
existencia la oscura guarida de un sueño viscoso. […]. Las migalas de Juan
José Arreola y de Jorge Eliécer Pardo representan la pesadilla en la que viven
sus personajes a partir del momento en que encuentran en su camino al enorme
arácnido. Arreola nos describe muy bien el ambiente de delirio que va a
apoderarse de su personaje: comprendí que
tenía en las manos, de una vez por todas, la amenaza total, la máxima dosis de
terror que mi espíritu podía soportar… […]. La Migala e Irene
constituyen el relato descomunal de la soledad del hombre contemporáneo; el
mismo que habita en grandes urbes y edificios de apartamentos donde diariamente
se cruza con los vecinos, pero a duras penas conoce sus nombres o lo que hacen
o han hecho. Es la soledad atávica, la que pesa más que la muerte misma. Sus
protagonistas son seres derrotados por la vida, pesimistas, escépticos,
nihilistas, y sobre todo son conscientes que no hay redención alguna. […]. Y
mientras el personaje de Arreola piensa (me) he consagrado a la migala con la certeza de mi muerte aplazada, Sarria
sabe que la soledad lo acorraló y que
el terror lo cubría como una tela de araña tan fuerte que inmovilizado
aguardaba el zarpazo por la espalda. […]. La muerte de Sarria me hace pensar
ineludiblemente en la película japonesa de Nagisa Oshima, El imperio de los sentidos (1976). […]. Kichizo Ishida,
interpretado por el actor Tatsuya Fuji, leyó en algún libro que el orgasmo
perfecto ocurría en el momento preciso que la amante anudaba un lazo en la
garganta de su pareja hasta procurarle la muerte. […]. La leyenda cuenta que
tres días después encontraron a Sada Abe errando por las calles de Tokio y aún
llevaba el pene de Ishida dentro de su cuerpo. Podría decirse que Sada Abe se
convirtió así en una mantis religiosa, luego de la cópula terminó por devorar a
su pareja masculina. Como siempre la realidad supera la ficción”.
Otros críticos han conceptuado: En Irene “Jorge Eliécer Pardo escribe de una manera singular, asociada
con libertad. Tal vez por eso mismo toca y describe con ingenio eventos que
para el Psicoanálisis son materia de observación reflexiva”. Rafael Mejía, Psicoanalista.
“Irene es la
novela urbana que, con la poesía como tránsito, descubre las flaquezas y desarraigos
de sus personajes, citadinos que entran y salen por las páginas, circunscritos
al vicio de su monotonía, cotidiana como ellos mismos”. René González. Diario El País, Suplemento Dominical, Cali.
“Irene es una
novela de blancos y negros. De baches y cumbres. En ella no hay amor sino
esperanza. Pero, tanto el profesor como Irene se desesperan, todo queda en negativo
fotográfico. Tanto (y acaso tan exageradamente) que al final, cuando las arañas
parecen perderse y el lector descansa porque Irene por fin acopló al profesor,
se sospecha que el arácnido es él y no su pensamiento”. Ana María Azcárate. Revista Hoy por Hoy, Bogotá.
“Irene es una
tierna novela que muestra lo dulce, lo erótico, lo pasional de una relación
sexual, dibujando con preciosidad la placidez y felicidad del encuentro de un
hombre y una mujer”. Myriam Bautista.
Revista Semana, Bogotá.
“Irene, nos
impone a los psicoanalistas un nuevo reto: conceptualizara acerca del erotismo
de la muerte, o mejor aún, acerca del erotismo en el acto morir”. Alberto
Fergusson Bermúdez. Psicoanalista. Revista de Psicoanálisis.
“Irene es una
novela estructurada en el símbolo donde la complicidad del lector no solamente
es manifiesta sino activa”. Fidel
Vilanova. Novelista español. El Heraldo, Revista Dominical, Barranquilla.
“Con esta novela de amor, que se escribe en medio del
desamor de una sociedad violenta, clama por la armonía de un planeta que se nos
está desarmando entre rudezas y atrocidades”. Gustavo Páez Escobar. Diario El Tiempo.
“La mujer araña, esta tejedora, es simultáneamente un
objeto de deseo, una mujer tejida, textualizada, convertida en literatura,
asediada por las palabras”. Eduardo
Jaramillo Z. Boletín Cultural del Banco de la República.
“Toda la obra se desarrolla en el ambiente denso y
vaporoso de los sueños, la indiferencia social y la angustiante soledad”. María Elvia Bello. Revista El Carnero.
El Quinteto de la frágil memoria, es su
más reciente proyecto narrativo, compuesto por las novelas, El pianista que llegó de Hamburgo,
La baronesa del circo Atayde, Trashumantes de la
guerra perdida, La última tarde del caudillo y, Maritza,
la fugitiva (inédita). Un ambicioso fresco de sagas y sucesos históricos que
se ocupa de más de cien años de la Historia de Colombia; una Comedia Humana que,
al decir del escritor, le tomó quince años de investigación y escritura.
Agunos criterios sobre El pianista que llegó de Hamburgo (2012, 4 ediciones, Cangrejo
Editores, Pijao Editores): “Pardo ha creado su obra maestra. Es un trabajo de
gran envergadura que contiene diversidad de temáticas novelescas, técnicas y
estructuras literarias desarrolladas paralelamente entre la no ficción y la
ficción”. Eugenia Muñoz, crítica de Virginia Commonwealth University.
“Como en tantos autores
contemporáneos, en esta novela de Jorge Eliécer Pardo, el arte es la única
salida: en este caso la música que, contrario al amor y su muerte, acompaña. Es
arte supremo, verdadera iniciación, fortaleza, redención, religión, es decir, en
sentido estricto, religare, unión
profunda, vibración del oído al corazón”. Luz
Mary Giraldo (Universidad Nacional de Colombia).
Sobre La baronesa del circo
Atayde (2015, Cangrejo Editores), la investigadora literaria
Cecilia Caicedo Jurado la calificó como “un delicioso fresco de la historia, reconstruida
con profundidad y concatenación”.
Luis Carlos Muñoz Sarmiento, escritor, crítico y docente
colombiano, afirmó que Trashumantes de la
guerra perdida (2016,
2 ediciones, Pijao-Caza de Libros, Cangrejo Editores) “relata la guerra desde
la gente del común, no desde las élites del poder, y desde diversos ángulos;
hace interesantes los sucesos pequeños, como pensaba Schopenhauer que debía ser
la gran literatura; resalta, descubre o devela una nueva narrativa histórica
mezclando lo particular con lo general y haciendo patente lo que sucede dentro
y fuera de los personajes; pone sobre el tapete la discusión de si ha muerto la
novela o no, de si esto es periodismo y aquello literatura o al revés; es una
obra sobre la vida misma, sobre cómo se cruzan la experiencia y la realidad objetiva,
la subjetividad y los hechos desnudos, la mayoría de las veces determinados por
esos seres informes y voraces que son los poderosos, los políticos…”.
El
profesor Emérito de la Universidad Nacional de Colombia, doctor en historia de
la Universidad de Oxford, Hermes Tovar Pinzón, dice que “mientras leía Trashumantes de la guerra perdida
pensaba en Vivir, la obra maravillosa
del escritor chino Yu Hua. Toda la historia dolorosa de la China, desde los
años de 1920 a 1980, o mejor desde la lucha de las guerrillas de Mao Tse Tung
hasta las barbaries de los guardias rojos, va desfilando en este relato como
una pesadilla que aplasta nuestra sensibilidad. […]. Por otro lado pensaba en
ese hermoso libro Pueblo en vilo de
Luis González un historiador que nos enseñó a ver la revolución mexicana y la
guerra de los cristeros en el marco de su propia aldea. […]. Tal vez no era yo
el lector apropiado de una novela tan importante como Trashumantes de la guerra perdida pues viví muchas de las cosas
allí narradas y por ello pienso que el olvido es la negación de la historia y,
lo que ha sucedido en el Tolima y Colombia desde el siglo XVI a hoy, no se
puede olvidar ni se puede repetir en nombre de ninguna reconciliación”.
Pardo también es reconocido como cuentista, su estilo
poético, sarcástico, político y surrealista, no traicionan su visión de mundo
donde el hombre de hoy lucha por comprender, reflexionar su presencia en el
mundo.
Entre los libros de narraciones cortas se destaca Los
velos de la memoria, (acompañados por fotografías de mujeres compasivas —en
sentido filosófico— con las víctimas de la guerra), una colección de relatos
sobre el conflicto armado en Colombia, con seis ediciones, una
en francés, Les voiles de la mémoire, (Édtions Folle Avione, 2016, traducida
por Jean-Pierre Dezaire y prologada por el filósofo
social Jean-Jacques Kourliandsky).
Sobre este emblemático libro que alude la más cruenta
realidad social de Colombia, ha dicho Eduardo García Aguilar, novelista, crítico,
periodista de EFE de Francia: “Los velos
de la memoria me han conmovido profundamente… Prosa sobria, sencilla y
efectiva… cuando leemos cada uno de los textos parecen dictados por un ser
misterioso… como si no hubieran sido escritos… poemas donde el autor usa la voz
de los fantasmas que convoca… Ni la izquierda, ni la derecha, ni lo religioso o
lo no religioso, ni los malos ni los buenos están exentos de cierta culpa. Me
recuerda muchos libros de la violencia de grandes escritores mexicanos y pienso
en el maestro Edmundo Valadés, su cuento, La
muerte tiene permiso, gran clásico de la literatura mexicana… El libro de
Pardo está llamado a convertirse en clásico de la literatura colombiana”.
Y
Angélica Pérez Pérez de RFI, Radio Francia Internacional de París, señala que
es un “testimonio desgarrador de una guerra que dura desde siempre; Los Velos de la memoria da voz a las
víctimas en Colombia de masacres y asesinatos brutales. Es la muerte que habla.
A partir de la indefensión y el dolor, Jorge Eliécer Pardo construye unos
relatos de una enorme carga simbólica dibujada en los ritos que hacen las
mujeres para paliar el sufrimiento, conjurar el olvido y devolverle la dignidad
a sus muertos. Narraciones ataviadas de una poética tan horrorosa como sublime
que convierten a la obra de Pardo en arquetipo de la estética del horror. La prosa
de Pardo es audaz y valiente porque osa
dar a cada uno de los actores de la
guerra en Colombia el papel que ha jugado y sus responsabilidades. Los Velos de la Memoria es una obra de
ficción que permite superar las premisas simplistas y peligrosas que cubren la
memoria y con las que se corre el riesgo de hacer una paz a medias, tan funesta
como la guerra misma”.
Esta
nueva edición de Seis hombres una mujer
—como la de Irene— abre a los españoles
la posibilidad de encontrar un novelista de nuestro tiempo. Al terminar la aventura,
ningún lector dejará de reflexionar sobre el mundo y sus conflictos existenciales
donde cada uno interactúa inefablemente.
Los
editores
1a edición Grijalbo Mondadori, |
2a edición Caza de Libros |
3a edición Pijao Editores |
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