El pianista que llegó de
Hamburgo:
un viaje a través del simbolismo literario y el cambio de la
voz narrativa
Alejandra Ramírez Valbuena
“La novela debe meterse en la piel, y más
debajo de ella. Debe ser polisémica y una sinfonía a la soledad, el silencio,
el erotismo y el paisaje”
(J.E. Pardo)
Un libro es la manifestación y recopilación de años de
conocimiento y segundos de inspiración. La sociedad y los apogeos históricos,
así como las más penosas coyunturas de la humanidad son parte fundamental de la
construcción literaria. El pianista que
llegó de Hamburgo (2012), del
escritor colombiano Jorge Eliécer Pardo, es
un relato leal con la historia que narra la problemática social
colombiana en relación con los conflictos del individuo, abarcando dos grandes
temas: la guerra y la soledad. La literatura en este caso, teje la memoria
colectiva y obliga al lector a leer entre líneas, a encontrar una voz que
pretende protestar y enseñar, a través de la historia del judío alemán Hendrik
Joachim Plazgraf. El autor, utiliza las introspecciones del protagonista como elemento fantástico, que se evidencia a
través del simbolismo literario y la polifonía de la voz narrativa.
Lectoras de El pianista |
La novela rescata el
verdadero sufrimiento de una persona nacida en la miseria de la guerra,
mostrando la caída del personaje Hendrik Plazgraf, cuya
vida es concomitante a las tragedias causadas por los conflictos bélicos del
siglo XX que, paulatinamente, lo obligarán a romper lazos con su familia a
cambio de libertad y poesía, generando una condición de transeúnte errante en
la soledad. Las pérdidas de la guerra y
las pocas miradas del amor hacen que el inmigrante hamburgués logre hermanarse
con el dolor de un país ajeno.
El papel primordial de llevar a cabo la
exteriorización de una obra, de la mente del autor al papel y al lector, lo
tiene el narrador. En la obra, la voz heteroglótica determina la importancia de
la memoria, presentando un papel idóneo como conciliadora entre el contexto
histórico y la vida de los protagonistas, evidenciando a su vez el
multiperspectivismo. Por un lado, el narrador omnisciente presenta el contexto
histórico como una relación de causa (guerra) y efecto (la vida de los
personajes), en orden cronológico lineal guiando el conducto temático de la obra
a través de argumentos históricos, con gran carga de verosimilitud.
Los padres de Hendrik se
conocieron en un camerino de tercera donde Florence, soprano lírica,
desmaquillaba su rostro triste […] Hablaron de la soledad y del arte y en el
tono de las palabras supieron –por separado– que aunque no encontraban su gran
amor, por lo menos podían compartir los rigores de la miseria. Esa misma noche
se hicieron amantes. (Pardo, 2012: 19).
En esta cita, el narrador omnisciente
relata la historia de Hannes, el padre de Hendrik, hombre que vivió la primera
parte de la dictadura fascista de Hitler y desde entonces reconoce cómo su
familia estaría unida eternamente a una histórica hecatombe, siendo Hendrik producto
del amor nacido en la necesidad.
Hannes presintió que estarían
unidos a la desgracia de la guerra. Hitler odiaba a los marxistas y a los
judíos y ellos estarían marcados con ese destino.
(Pardo, 2012: 19).
La voz extradiegética, presenta de esta
forma el destino inexorable que persigue a los personajes y direcciona las decisiones
que toman, desde el primer capitulo La
desgracia de nacer donde no queremos, donde se evidencia esa marcada
pesadumbre e inconformidad frente al destino otorgado para los judíos a través
de la historia. Por otro lado, la narración homodiegética se evidencia en el
capítulo “Los livianos sueños”, en el
cual, como dice J. Muñoz (2010: 6), se presenta de una manera íntima y
absolutamente natural las distorsiones fantásticas usadas para generar una
crítica implícita frente a la situación sociopolítica, y que forman parte de la
literatura del siglo XXI. Esta introspección que irrumpe sorpresivamente en la
obra se considera fantástica, porque el narrador protagonista se autoexamina de
una forma inconsciente, al encuentrarse en un estado onírico. Como afirma
Alfonso (2015), la tradición violenta colombiana sumada a la utilización del
nazismo como trasfondo permite analizar la dualidad entre realidad y ficción.
En esta medida, Hendrik vive por medio de las introspecciones, la realidad de
un judío en la Alemania nazi:
Hitler, mi eterno enemigo, se
apodera de mi cuerpo y me hace ver la terrible realidad de mi vida.
(Pardo, 2012: 51).
El narrador protagonista, que habla desde
la inconciencia en forma de monólogo interior, relaciona de manera fantástica
sus sentimientos más fuertes y sus recuerdos, tanto de su historia en Colombia
como de las reminiscencias de su tierra natal, formando un universo fantástico
y autárquico que permite analizar su psicología.
Alejandra Ramírez con el autor de la novela |
Por otra
parte, los textos literarios han sido creados para perdurar en la memoria
histórica, es por lo tanto común en el escritor contemporáneo una fuerte
influencia de grandes obras de la literatura. Escribir es persistir. Martínez
(2001), en La intertextualidad literaria,
define esta última como la relación que mantiene un texto literario desde
su interior (subtexto) con otros textos, sean estos literarios o no
(intertextos). El narrador omnisciente utiliza los referentes literarios
marcados y, en palabras de Martínez (2001), esta explicitud orienta al receptor
hacia esa lectura perspicaz que supone la intertextualidad. Así mismo, este
narrador maneja la alusión[1]
que lleva al lector a leer meticulosamente y a tener un grado de conocimiento
previo para entender las conexiones a las que hace referencia el autor: “Le
pareció oír la voz de Matilde: Jamás
comprendí las palabras de los hombres, crecí en los brazos de los dioses” (Pardo,
2012: 143). En el anterior fragmento, el autor cita, utilizando a Matilde como
medio, al poeta romántico alemán Johann Christian Friedrich Hölderlin, cuyas obras
fueron creadas bajo el contraste entre la locura y la razón. La frase
perteneciente a su poema Cuando yo era
niño muestra esa lejanía con la realidad; aquella lejanía que Hendrik
también siente, siendo él un poeta y músico sumergido en una guerra ajena,
encuentra la forma de alejarse de su existencia por medio del amor hacia
Matilde. Adicionalmente, se emplea la prolepsis como recurso narrativo y, por
medio del intertexto, el lector logra predecir lo que pasará a continuación,
haciendo el papel del destino inexorable mencionado anteriormente. Por ejemplo,
Tristán e Isolda (capítulo 34)
establece una analogía entre los amantes de la novela de Pardo: así como
Tristán enloquece por la pérdida de Isolda, Hendrik pierde la cordura al morir
su amada Matilde, y en su perturbada búsqueda es cuando más se evidencia el
elemento fantástico que se presenta en las constantes irrupciones del
protagonista. Culmina a través de la muerte, cuando se reencuentran los amantes,
relacionando así el eros y el thanatos en la obra. En esta medida, el
narrador omnisciente trabaja el intertexto como una prolepsis indirecta, para
evitar el rompimiento de la secuencia cronológica de la historia.
Por otro
lado, durante las introspecciones, Hendrik fantasea con una realidad paralela a
la que vivía, con su amor imposible (ya que Matilde era casada) y con él mismo:
judío que escapó de la guerra y no enfrentó su destino como el resto de sus
familiares. En algunos casos, Hendrik lo personifica, rompiendo la secuencia
cronológica, evidenciando el elemento fantástico y dando origen al caos en la
obra. Esto se expresa en la vida que construyen Matilde y Hendrik en sus
clandestinos encuentros, en la habitación del segundo piso.
Con
el ropero paralelo aprendieron a disfrazarse. Matilde recibió la primera falda
en el piso de abajo (...) No puedo ponerme eso, dijo. No es para que lo luzcas
en las calles y La Merced, es para nosotros, en el mundo de arriba (...). (Pardo, 2012: 163).
Esta
realidad paralela le permite a Hendrik una redención, vivir en un mundo donde
puede ser el eterno amante de Matilde y disfrutar de su amor. Por eso, es aquí
donde se refugia al morir ella.
(...)
fui como Nosferatu hasta la iglesia para robarme el cadáver de Matilde pero no
la encontré [...] Matilde tenía un vestido de sastre, el pelo recogido con una
hebilla de nácar y los pendientes de oro que le regaló Augusto, de su exclusivo
muestrario. Debía lucirlos hasta el último momento cuando descendiera a la
bóveda que compraron en el cementerio central. (Pardo, 2012: 267-268).
Como es
posible evidenciar en este fragmento, la unión de Matilde y Hendrik era
imposible, ella en vida sería de Augusto, su marido, como se refleja al usar
los pendientes que él le regaló hasta el postrero momento en que es sepultada.
Después, ella será libre y Hendrik ansiaba reencontrarse con su amante. Nueva
relación con Tristán e Isolda, desde
un plano más personal y evidente para el lector.
Por otra
parte, la música es un tema literario tratado desde la antigüedad cuando las
historias eran narradas oralmente. El artista es aquel que pone su corazón
antes que su mente, que transforma su realidad en una poesía y, de los sucesos
más trágicos, rescata lo bello. A veces no alcanzan las palabras para expresar
todo lo que se siente y, en su obra, Pardo presenta la música como un símbolo
intertextual destacado. En esta medida, el narrador omnisciente introduce la
música como la redención de Hendrik frente a su triste realidad, siendo esta su
única compañía
Hendrik
–desde su cueva– veía crecer el fervor en la gente y el miedo en los ojos de su
tío cada vez que se reunían a estudiar a los que conformaban el triángulo B de
la música alemana: Bach, Beethoven y Brahms. (Pardo, 2012: 23).
Una
constante en la obra es la repetición del Concierto
No. 1 de Brahms caracterizado por
el significante que generaba al compositor, Brahms, al ser escrito para su
compañero Robert Schuman —nombrado constantemente en el libro— cuando perdió el
juicio por esquizofrenia. Ambos representantes del Romanticismo, con su música
identificaban y significaban una liberación: “Las historias de la música los
sacaron del ostracismo[2]
envueltos en las notas del maestoso[3] Concierto
No. 1 en do menor opus 15, de Brahms” (Pardo, 2012: 91).
Por otro
lado, el narrador homodiegético que presenta otra realidad y el elemento
fantástico, hace referencias musicales de artistas como Wagner y Bruckner,
reconocidos por ser destacados representantes del antisemitismo en la música y
opositores de los compositores románticos, Brahms y Schuman. Durante las
instrospecciones, Hendrik se relaciona con estos artistas representantes del
nazismo, porque personifican, como se dijo anteriormente, la realidad nazi de
la cual escapó toda su vida. De esta forma el pensamiento antisemita forma su alter ego. El artista Wagner es un
símbolo fundamental, pues fue el compositor de la ópera Tristán e Isolda, la cual es una alegoría a la vida de Hendrik.
Esto simboliza cómo la vida de este hombre fue trazada por las decisiones de
otros, cómo los nazis y la guerra determinaron su destino, al igual que un
compositor determina hacia dónde se dirige su obra “... dirijo Tristán e Isolda [...] Amamos los
postulados y la música de Ricardo Wagner. Somos románticos [...] Ante la música
nuestro Ahasverus estará rendido” (Pardo, 2012: 179). La música en este plano
le permite a Hendrik eliminar su condición de Ahasverus “el inmortal judío, el Judío Errante. Símbolo exactísimo
de su raza, sobre la que pasa una fatalidad misteriosa, con grandes caídas y
grandes fortunas, sin que jamás pueda estar seguro de su destino” (Risco, 2005:
10). En esta medida, la música es un símbolo de la contradicción entre la
narración omnisciente y homodiegética, puesto que ésta representa la redención
de Hendrik, su único amor y hogar verdadero. Pero, al mismo tiempo, muestra la
lucha interna del protagonista por el odio que siente por sí mismo al ser un
judío.
Lectora analítica y autor |
Como síntesis, El
pianista que llegó de Hamburgo es una obra cuyo valor radica
en la capacidad de evidenciar, por medio del contraste entre la realidad y la
fantasía en la narración polifónica, el dolor de la guerra y la forma en que la
soledad y el desplazamiento borran paulatinamente la identidad de las personas
que la sufren. Esto evidenciado por medio
del elemento fantástico, las introspecciones con las que Hendrik escapa de su realidad y, en otros casos, afronta el
destino del que huyó en su juventud en Alemania. Es una novela que impulsa a
leer meticulosamente, para visualizar los dos lados de la historia: uno de
valor narratológico que permite apreciar la ingeniosa manera como el autor
trata la historia de Colombia y el mundo, por medio de la vida de un hombre
común que deseaba ser un artista; la novela sirve para aprender a leer entre
líneas, donde silenciosamente se escucha el grito que Jorge Eliécer Pardo
pretende que el lector escuche, para comprender cómo la guerra asesina la
identidad de la persona y, poco a poco, se convierte en sino irremediable, al
igual que la locura que se llevó la vida de Hendrik Plazgraf.
[1] “(...)
figura retórica de carácter lógico encuadrada tipológicamente entre las figuras del pensamiento por sustitución (...)” (Martínez, 2001: 88)
[2] La palabra resaltada se
encuentra de esa forma, porque representa el lenguaje polisémico que emplea
Pardo: según la Real Academia Española (2016) tiene dos significados válidos
para el contexto en que aparece: se puede tomar como destierro político en los
antiguos atenienses o como un apartamiento de cualquier responsabilidad o
función política o social.
[3] Lento
y solemne (Pardo, 2012: 91).
Alejandra Ramírez Valbuena: ¡Qué buen ensayo! Felicitaciones. No sólo esta muy bien escrito y documentado sino que denota una gran dosis de inteligencia, análisis y crítica; un análisis perspicaz y profundo. Podría decir, sin miedo a equivocarme, que estamos ante una nueva crítica literaria, bienvenida Alejandra Ramírez a este universo de la literatura al que pocos se aventuran.
Berta Lucía Estrada Estrada
Poeta y Crítica Literaria
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