El amanecer de los faunos
Historia de crímenes de Estado
Jorge Eliécer Pardo
Un título
poético para una novela llena de dolor, intriga, sangre. Una portada de fiesta
dionisiaca con la alegoría de una danza
de faunos en la línea inmaculada de Pablo Picasso. Una orgía perpetua de dolor
y vergüenza como las acontecidas en Colombia en su historia de víctimas. José
Martínez, su autor (1955), ha publicado distintos libros entre poesía y
narrativa y sus cuentos se enmarcan en la interpretación literaria del conflicto
político en Colombia y lo que ha significado el dolor causado especialmente a
las poblaciones que habitan las cordilleras. Martínez es de Aguadas, Caldas y,
en esta breve novela, nos da una lección de condensación y suspenso.
Son dieciocho
capítulos en ciento dieciocho páginas. Al concluir sabemos que es la historia
de un crimen pero al cerrar el libro entendemos que es la historia de muchos
crímenes.
Una novela que
pudo ser escrita por cualquiera de la generación del cincuenta, con las deudas
en las formas sempiternas de Juan Rulfo, García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio.
En ella se entrelaza la política, la religión y los eternos personajes de la
llamada violencia colombiana. En el libro ocurren hechos acontecidos en los
años del Frente Nacional, esa nefasta época donde los partidos tradicionales,
los mismos que animaron la guerra que se llamaría de Laureano Gómez, dejó trescientos
mil muertos y millares de víctimas, como trashumantes de una guerra
perdida. Amalgama de poder oficial e
iglesia, la misma que decía en los púlpitos que matar liberales no era pecado,
que estábamos en una guerra santa.
Quizás su mayor
virtud es el manejo de los diálogos, tan difíciles de construir para que no caer
en el estereotipo o acartonamiento. Tienen el buen sabor de Faulkner, Cepeda
(de Soldados) o de gabo cuentista. Una cámara invisible nos
narra y deja ver y oír los acontecimientos. Sus descripciones son tranquilas y
detalladas sin caer en el barroquismo que tanto ha afectado a la literatura
sobre el tema. El lector sabe que el escritor maneja no sólo los espacios por
donde se mueve la anécdota sino su conocimiento en torno a los hechos sociales
y políticos, tamizados, decantados para relatar hechos atroces con o sin
descripciones macabras.
Jesús Martínez © JEP, 2019 |
Los personajes
son los mismos en el ahora de la novela, que pareciera el presente de Colombia
en todos los tiempos nefastos: alcalde, militares, funcionarios públicos, cura
y ese reducto que han intentado asesinar siempre: la resistencia conceptual,
crítica. También circulan los panfletos, sufragios, intimidaciones. Limpieza social.
Como en la
mayoría de las narraciones sobre la violencia, mejor decir, la guerra
colombiana, los fantasmas aparecen en sueños y visiones.
“El alcalde regresó a la casa satisfecho.
Antes de romper la cubierta estampó en ella un beso prolongado, pero no obtuvo
nada distinto a las frases de alguien que escribe para cumplir un requisito.
Los demonios de la violencia lo visitaron en sueños. Por una calle inhóspita
avanzaban doce jinetes en dirección al centro de la plaza. No tenían forma
humana. Eran enormes pájaros de patas bermejas y plumas grises a rayas blancas.
Apoyados en los estribos, los ojos fijos en un paraje oscuro de la noche atravesaron
el pueblo sin un solo chillido” (Martínez, 70).
Así mismo en una
prosa fluida y con poesía (que debe ser infaltable en la literatura) nos
entrega páginas íntimas de evocaciones y sensaciones propias de la buena
narrativa:
“De nuevo estaban juntos y nada podría
apartarla de su lado. Allí, en aquel caserón pueblerino volverían a adorarse
con toda la pasión de sus corazones y se entregarían como antaño al beso dulce
y constante. Las flores olerían delicioso en las mañanas estivales, los pájaros
que fabricaban nido bajo el techo trinarían más alegres, la lluvia sería placentera
en época de invierno y las noches tachonadas de estrellas irradiarían mayor
energía sobre sus piles sedientas de amor. No quería tornar al infierno de la soledad
y a la invocación indefinida de la muerte como tantas veces lo había hecho en
la reclusión posterior a la partida” (Martínez, 89).
El tamaño de los
capítulos son de una tensión absoluta, breves, cortopunzantes, de aliento
cortado. El rescate del lenguaje de una región no lo hace localista, al
contrario, da dimensión a la narración, al igual que las respuestas ingeniosas,
inteligentes, de los personajes en sus discusiones alternantes.
Una interesante
novela que aporta al conocimiento de los fenómenos sociales que aún se viven en
Colombia. A pesar de que los temas son recurrentes siempre se encuentran nuevas
aristas para relatar estas historias tristes. Diferente a las novelas que se
escribieron en los años posteriores a la muerte de Jorge Eliécer Gaitán hasta
el Frente Nacional, este libro carece de ese tono de venganza y vendetta que
caracterizaron tantas novelas que bien parecían crónicas o panegíricos. Ya
existe una elaboración del discurso narrativo tamizado en elementos simbólicos
que relatan la memoria histórica de Colombia.
Jorge Eliécer
Pardo
El Nogal, junio
de 2019
Maestro Jorge Eliecer, viniendo de su pluma y magin, esta excelente reseña hace justicia con la novela más reciente de nuestro gran amigo y excelso escritor José Martínez, aplaudo el hecho tanto por tu elaborado escrito como por lo que nos das a conocer en ello. Abrazos y es grato contarte dentro de nuestros amigos. Hugo Correa Londoño, director T.E.G.G.M.
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