La última tarde del caudillo
Del
amor y la guerra
Luz
Stella Millán Grajales
Los cadáveres, vestidos de paño oscuro,
parecen maniquíes enfilados en la calle.
Jorge Eliécer Pardo
En la historia de la literatura sobre el conflicto armado en Colombia, no
son pocos los libros que se enmarcan en el crimen cometido contra el líder
popular liberal Jorge Eliécer Gaitán. Igualmente, tampoco son escasas las
novelas publicadas a lo largo de setenta años desde el momento en el que cambió
en forma radical la historia política y social del país. Muchas de estas
novelas fueron escritas bajo el influjo de los acontecimientos, cuando aún los
hechos no habían sido analizados a la luz de las disciplinas sociales, y sus narradores
tomaron partido bajo la militancia política.
La saga denominada El Quinteto de la frágil memoria del escritor colombiano Jorge
Eliécer Pardo, tuvo origen hace veinte años, y su antecedente es la novela El jardín de las Weismann de 1978,
traducida al francés por Jacques Gilard, constituyendo así, el germen del
compromiso singular del autor por la literatura de aconteceres regionales
colombianos con carácter universal, e igualmente como testimonio de un momento
doloroso que posteriormente sería retomado para comprender y construir los
antecedentes, cartografía, memoria, múltiples y muy diversas versiones en la
historiografía del conflicto armado colombiano.
Las novelas El pianista que llegó de Hamburgo, La baronesa del circo Atayde y Trashumantes
de la guerra perdida, publicadas por Cangrejo Editores, son narradas en
tiempos y espacios diferentes donde, además del suceso histórico, aparecen
personajes que deambulan a manera de testigos anónimos y víctimas del conflicto.
Cada uno de los títulos mencionados aluden a hitos de la historia nacional, a
la vez se entrelazan como vasos comunicantes ofreciendo un fresco total de
Colombia.
En La
última tarde del caudillo aparecen historias entrecruzadas donde el amor y
la muerte, el desasosiego y el fracaso, proyectan hechos y emociones de
mediados del siglo XX vigentes en el presente. No se trata una biografía de
Jorge Eliécer Gaitán, a pesar de que el inmolado es el sustento de la novela,
en ella a manera de vasos comunicantes, se muestra una sociedad y una ciudad
que crece bajos las consecuencias de El
Bogotazo. Esta historia desataría, para muchos, la guerra bipartidista que
dejó centenares de muertos y desplazados, víctimas e historias que poco han
cambiado en el siglo XXI.
La novela transcurre, en uno de sus muchos planos
narrativos, en la voz de Matilde, joven madre que cuenta a su hijo cómo salió a
las calles de Bogotá, junto a su hermana, en busca de su padre, la tarde del
magnicidio. Sentados en el Parque Nacional Enrique Olaya Herrera, la narración
se vuelve silencio, en los monólogos interiores que la madre no puede relatar a
Federico, su hijo, porque en ellos habita la figura de su amante, su profesor
de música, el pianista que llegó de Hamburgo.
Este “juego de espejos” ha llamado la
atención de la critica literaria residente en Francia, Berta Lucía Estrada, quien
escribió a propósito de la publicación: La estructura novelesca remite
al lector a dos obras clásicas del siglo XX, Ulises de James Joyce y a La
señora Dalloway de Virginia Woolf, que
dieron inicio a una revolución narrativa sin precedentes, verdadera ruptura
literaria que no había sido vislumbrada antes. Llamo la atención que las dos
novelas transcurren en un solo día; así la vida de los personajes desfilen durante
esas veinticuatro horas que comprenden la narración. Esta característica,
conocida como flashback, muy probablemente no habría sido posible sin el
advenimiento del cine. Las alternativas de jugar con el tiempo, algo
inconcebible en la novela decimonónica donde el tiempo era lineal. En otras
palabras la literatura, por primera vez en su historia, recibía una clara y
contundente influencia que la cambiaría para siempre. Lo digo porque hasta ese
momento era ella, en cierta forma, la que había influenciado a las demás
disciplinas. Y si aludo al uso del lenguaje cinematográfico es porque Pardo
hace gala de ese recurso en el desarrollo de La última tarde del caudillo. Los saltos en el tiempo son permanentes y
posibles gracias a la evocación de Matilde Aguirre. La remembranza puede ser
también una especie de láudano, de catarsis para sacudir el dolor, máxime
cuando se le nombra; un viaje interior, un regreso a la semilla con el fin de
entender quiénes somos y para dónde vamos.
En
cuanto al lenguaje de La última tarde del
caudillo, afirma Berta Lucía Estrada, El
manejo del castellano en Jorge Eliécer Pardo es de una gran riqueza en todos
los sentidos, gramatical, verbal, sintáctico. Si se habla de una fuerza
descomunal en los libros de Pardo, es, precisamente, el lenguaje. (…) Es
impecable, limpio, rico en metáforas que nos hacen volar y caer en picada,
sumergirnos en aguas turbulentas y en lagos sin olas, nos hace pisar el rocío
del amanecer y viajar en el ojo del huracán. Es avasallador por decir lo menos.
Es como cabalgar en un caballo desbocado que corre por la cresta de la
cordillera vadeando abismos ocultos por la bruma. Otras veces es plácido como
las aguas de un lago en tiempos de verano.
Los detalles que rodean el antes del
crimen, el momento en que sucede y lo ocurrido luego, reflejan una larga tarea
investigativa en donde recuperamos escenarios urbanos de la Bogotá de los años
cuarenta y sesenta, marcas comerciales, personajes, nombres de artistas,
canciones, costumbres, comidas, olores, titulares de prensa, actitudes,
conductas y posiciones de quienes intervinieron en el suceso, y cuyas circunstancias
hoy se encuentran olvidadas pero que en la novela de Jorge Eliécer Pardo, resucitan.
No es por fortuna una novela sesgada que
magnifique al mártir, sino que lo muestra con sus flaquezas y defectos y narra
la variedad de posturas asumidas por sus amigos y enemigos y por múltiples
estudiosos del hito nacional.
Paralelo a los hechos de Gaitán, columna
vertebral de la novela, bajo una atmósfera de alto contenido poético con
lirismo filosófico sobre el amor y la muerte, todos los héroes y antihéroes
centrales de las obras anteriores de Jorge Eliécer Pardo, alcanzan de nuevo su
protagonismo y nos familiarizamos enterándonos de otros ángulos de sus
aventuras y desdichas, producto de los desplazamientos y la guerra donde, por
ejemplo, Hendrik, el pianista que llegó de Hamburgo, que si bien es cierto no
nace en este país sino que lo padece, además de sus recuerdos de la ignominia, se
interna en sus sentimientos y evocaciones, así como lo hacen Matilde, Sofía,
Augusto y el mismo Carlos Arturo que surge en las acciones y nostalgias.
Con La
última tarde del caudillo uno se tropieza con una lectura poco usual en
todo sentido y nos queda, gracias a la destreza del autor, la sensación de
haber estado no solo visitando, sino sintiendo, lo que se respira en cada
página donde la felicidad es esquiva y la violencia lo que permanece. Lo que se
palpa es la condición humana y la condición de nuestra nación que se consume en
una atmósfera de desamparo y desasosiego permanentes.
Muchas veces cuando he llegado a conversar
a la casa estudio de Jorge Eliécer Pardo y su esposa Elsa, es muy habitual
encontrarlo, otorgando vida a sus personajes, cortando y cosiendo zapaticos,
vestidos, y me dice, Luz Stella, escucha este bolero, este tango, este
concierto de Brahms. Empiezo a ensayarme sombreros, me invento mi propia
escena, bailo mi propia farsa, vuelta verdad desde las novelas de Jorge Eliécer.
Por
La última tarde del caudillo ejércitos de ratas devoran los cadáveres descompuestos del 9 de abril
de 1948, y Matilde, esa adorable protagonista que habita todas sus novelas, nos
susurra que voy como ella, caminando por las calles poco concurridas, hacia el
Teatro Faenza, y también me doy cuenta que no somos apariciones ni personajes
de película, sino presencias atormentadas por vivir un tiempo equivocado, en un
mundo de “elaborada y escandalosa mentira”, llamado literatura. Sigo en la
lectura apasionante, y deseo que Jorge Eliécer continúe enamorando lectores en
el tiempo en que nos ha tocado vivir el mayor desafío colectivo de nuestra
historia que viaja por la saga de El
quinteto de la frágil memoria.
Luz Stella Millán G. © JEP |
Luz Stella Millán
Es
Pedagoga, Comunicadora, Videógrafa y Fotógrafa. Ha sido Becaria de la
Radio Habana Cuba en Producción de Radio de Contenidos Temáticos, Becaria
Fin de Siglo de la Radio Francia Internacional. Becaria de todos los Stafs
de Producción de Radio Televisión Española y Radio Exterior de España. Trabajó
durante 14 años en la Onda Corta de la Radio Nacional de Colombia, produciendo
espacios diarios para el mundo en idioma español, inglés y francés, para los
cinco continentes, además de conducir el Magazín Cultural Medial Cuarto
de estar, por más de 16 años al aire para el mundo.
Es
Miembro Fundadora de la UN Radio Universidad Nacional de Colombia, donde
produce y dirige los espacios temáticos Micrófono de papel,
Literatura de Colombia y el mundo, con más 460 autores participantes de los
cinco continente colgados en plataforma permanente, e igualmente el temático Sonidos
de la memoria, Otras lecturas e Interpretaciones de la Historia, con más de
350 historiadores, artistas e investigadores del mundo, igualmente colgados en
plataforma para consulta permanente.
En
la actualidad exhibe en plataforma permanente con RTVC Sistema de Medios
Públicos de Colombia y Señal Memoria, la Cátedra Transmedial La Palabra
Desarmada, Violencia Territorio Cultura y Paz, una
pieza de comunicación global construida, con el concurso de los países
Garantes, y Países Acompañantes, Gobierno de Colombia y diversos actores
participantes en el Acuerdo de Paz 2016. Igualmente estuvo durante todo el
año 2018, exhibida en el Museo Nacional de Colombia y compartida con más de 100
museos en el mundo vía Red.
Ha
producido y dirigido la serie Internacional de Televisión Pública Cámara
de papel, con 25 autores nacionales e internacionales en agenda por el
mundo.
Lanzamiento de la novela La última tarde del caudillo. Gimnasio Moderno, 2018. |
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