13 de marzo de 2019

CRÍTICA: La última tarde del caudillo Del amor y la guerra. Luz Stella Millán Grajales


La última tarde del caudillo
Del amor y la guerra

Luz Stella Millán Grajales



Los cadáveres, vestidos de paño oscuro,
parecen maniquíes enfilados en la calle.
Jorge Eliécer Pardo

En la historia de la literatura sobre el conflicto armado en Colombia, no son pocos los libros que se enmarcan en el crimen cometido contra el líder popular liberal Jorge Eliécer Gaitán. Igualmente, tampoco son escasas las novelas publicadas a lo largo de setenta años desde el momento en el que cambió en forma radical la historia política y social del país. Muchas de estas novelas fueron escritas bajo el influjo de los acontecimientos, cuando aún los hechos no habían sido analizados a la luz de las disciplinas sociales, y sus narradores tomaron partido bajo la militancia política.
La saga denominada El Quinteto de la frágil memoria del escritor colombiano Jorge Eliécer Pardo, tuvo origen hace veinte años, y su antecedente es la novela El jardín de las Weismann de 1978, traducida al francés por Jacques Gilard, constituyendo así, el germen del compromiso singular del autor por la literatura de aconteceres regionales colombianos con carácter universal, e igualmente como testimonio de un momento doloroso que posteriormente sería retomado para comprender y construir los antecedentes, cartografía, memoria, múltiples y muy diversas versiones en la historiografía del conflicto armado colombiano.
Las novelas El pianista que llegó de Hamburgo, La baronesa del circo Atayde y Trashumantes de la guerra perdida, publicadas por Cangrejo Editores, son narradas en tiempos y espacios diferentes donde, además del suceso histórico, aparecen personajes que deambulan a manera de testigos anónimos y víctimas del conflicto. Cada uno de los títulos mencionados aluden a hitos de la historia nacional, a la vez se entrelazan como vasos comunicantes ofreciendo un fresco total de Colombia.
En La última tarde del caudillo aparecen historias entrecruzadas donde el amor y la muerte, el desasosiego y el fracaso, proyectan hechos y emociones de mediados del siglo XX vigentes en el presente. No se trata una biografía de Jorge Eliécer Gaitán, a pesar de que el inmolado es el sustento de la novela, en ella a manera de vasos comunicantes, se muestra una sociedad y una ciudad que crece bajos las consecuencias de El Bogotazo. Esta historia desataría, para muchos, la guerra bipartidista que dejó centenares de muertos y desplazados, víctimas e historias que poco han cambiado en el siglo XXI.
La novela transcurre, en uno de sus muchos planos narrativos, en la voz de Matilde, joven madre que cuenta a su hijo cómo salió a las calles de Bogotá, junto a su hermana, en busca de su padre, la tarde del magnicidio. Sentados en el Parque Nacional Enrique Olaya Herrera, la narración se vuelve silencio, en los monólogos interiores que la madre no puede relatar a Federico, su hijo, porque en ellos habita la figura de su amante, su profesor de música, el pianista que llegó de Hamburgo.
Este “juego de espejos” ha llamado la atención de la critica literaria residente en Francia, Berta Lucía Estrada, quien escribió a propósito de la publicación: La estructura novelesca remite al lector a dos obras clásicas del siglo XX, Ulises de James Joyce y a La señora Dalloway de Virginia Woolf, que dieron inicio a una revolución narrativa sin precedentes, verdadera ruptura literaria que no había sido vislumbrada antes. Llamo la atención que las dos novelas transcurren en un solo día; así la vida de los personajes desfilen durante esas veinticuatro horas que comprenden la narración. Esta característica, conocida como flashback, muy probablemente no habría sido posible sin el advenimiento del cine. Las alternativas de jugar con el tiempo, algo inconcebible en la novela decimonónica donde el tiempo era lineal. En otras palabras la literatura, por primera vez en su historia, recibía una clara y contundente influencia que la cambiaría para siempre. Lo digo porque hasta ese momento era ella, en cierta forma, la que había influenciado a las demás disciplinas. Y si aludo al uso del lenguaje cinematográfico es porque Pardo hace gala de ese recurso en el desarrollo de La última tarde del caudillo. Los saltos en el tiempo son permanentes y posibles gracias a la evocación de Matilde Aguirre. La remembranza puede ser también una especie de láudano, de catarsis para sacudir el dolor, máxime cuando se le nombra; un viaje interior, un regreso a la semilla con el fin de entender quiénes somos y para dónde vamos.
En cuanto al lenguaje de La última tarde del caudillo, afirma Berta Lucía Estrada, El manejo del castellano en Jorge Eliécer Pardo es de una gran riqueza en todos los sentidos, gramatical, verbal, sintáctico. Si se habla de una fuerza descomunal en los libros de Pardo, es, precisamente, el lenguaje. (…) Es impecable, limpio, rico en metáforas que nos hacen volar y caer en picada, sumergirnos en aguas turbulentas y en lagos sin olas, nos hace pisar el rocío del amanecer y viajar en el ojo del huracán. Es avasallador por decir lo menos. Es como cabalgar en un caballo desbocado que corre por la cresta de la cordillera vadeando abismos ocultos por la bruma. Otras veces es plácido como las aguas de un lago en tiempos de verano.
Los detalles que rodean el antes del crimen, el momento en que sucede y lo ocurrido luego, reflejan una larga tarea investigativa en donde recuperamos escenarios urbanos de la Bogotá de los años cuarenta y sesenta, marcas comerciales, personajes, nombres de artistas, canciones, costumbres, comidas, olores, titulares de prensa, actitudes, conductas y posiciones de quienes intervinieron en el suceso, y cuyas circunstancias hoy se encuentran olvidadas pero que en la novela de Jorge Eliécer Pardo, resucitan.
No es por fortuna una novela sesgada que magnifique al mártir, sino que lo muestra con sus flaquezas y defectos y narra la variedad de posturas asumidas por sus amigos y enemigos y por múltiples estudiosos del hito nacional.
Paralelo a los hechos de Gaitán, columna vertebral de la novela, bajo una atmósfera de alto contenido poético con lirismo filosófico sobre el amor y la muerte, todos los héroes y antihéroes centrales de las obras anteriores de Jorge Eliécer Pardo, alcanzan de nuevo su protagonismo y nos familiarizamos enterándonos de otros ángulos de sus aventuras y desdichas, producto de los desplazamientos y la guerra donde, por ejemplo, Hendrik, el pianista que llegó de Hamburgo, que si bien es cierto no nace en este país sino que lo padece, además de sus recuerdos de la ignominia, se interna en sus sentimientos y evocaciones, así como lo hacen Matilde, Sofía, Augusto y el mismo Carlos Arturo que surge en las acciones y nostalgias.

Con La última tarde del caudillo uno se tropieza con una lectura poco usual en todo sentido y nos queda, gracias a la destreza del autor, la sensación de haber estado no solo visitando, sino sintiendo, lo que se respira en cada página donde la felicidad es esquiva y la violencia lo que permanece. Lo que se palpa es la condición humana y la condición de nuestra nación que se consume en una atmósfera de desamparo y desasosiego permanentes.
Muchas veces cuando he llegado a conversar a la casa estudio de Jorge Eliécer Pardo y su esposa Elsa, es muy habitual encontrarlo, otorgando vida a sus personajes, cortando y cosiendo zapaticos, vestidos, y me dice, Luz Stella, escucha este bolero, este tango, este concierto de Brahms. Empiezo a ensayarme sombreros, me invento mi propia escena, bailo mi propia farsa, vuelta verdad desde las novelas de Jorge Eliécer.
Por La última tarde del caudillo ejércitos de ratas devoran los cadáveres descompuestos del 9 de abril de 1948, y Matilde, esa adorable protagonista que habita todas sus novelas, nos susurra que voy como ella, caminando por las calles poco concurridas, hacia el Teatro Faenza, y también me doy cuenta que no somos apariciones ni personajes de película, sino presencias atormentadas por vivir un tiempo equivocado, en un mundo de “elaborada y escandalosa mentira”, llamado literatura. Sigo en la lectura apasionante, y deseo que Jorge Eliécer continúe enamorando lectores en el tiempo en que nos ha tocado vivir el mayor desafío colectivo de nuestra historia que viaja por la saga de El quinteto de la frágil memoria.

Luz Stella Millán G. © JEP


Luz Stella Millán
Es Pedagoga, Comunicadora, Videógrafa y Fotógrafa. Ha sido Becaria de la Radio Habana Cuba en Producción de Radio de Contenidos Temáticos, Becaria Fin de Siglo de la Radio Francia Internacional. Becaria de todos los Stafs de Producción de Radio Televisión Española y Radio Exterior de España. Trabajó durante 14 años en la Onda Corta de la Radio Nacional de Colombia, produciendo espacios diarios para el mundo en idioma español, inglés y francés, para los cinco continentes, además de conducir el Magazín Cultural Medial Cuarto de estar, por más de 16 años al aire para el mundo.
Es Miembro Fundadora de la UN Radio Universidad Nacional de Colombia, donde produce y dirige los espacios temáticos Micrófono de papel, Literatura de Colombia y el mundo, con más 460 autores participantes de los cinco continente colgados en plataforma permanente, e igualmente el temático Sonidos de la memoria, Otras lecturas e Interpretaciones de la Historia, con más de 350 historiadores, artistas e investigadores del mundo, igualmente colgados en plataforma para consulta permanente.
En la actualidad exhibe en plataforma permanente con RTVC Sistema de Medios Públicos de Colombia y Señal Memoria, la Cátedra Transmedial La Palabra Desarmada, Violencia Territorio Cultura y Paz, una pieza de comunicación global construida, con el concurso de los países Garantes,  y Países Acompañantes, Gobierno de Colombia y diversos actores participantes en el Acuerdo de Paz 2016. Igualmente estuvo durante todo el año 2018, exhibida en el Museo Nacional de Colombia y compartida con más de 100 museos en el mundo vía Red.
Ha producido y dirigido la serie Internacional de Televisión Pública Cámara de papel, con 25 autores nacionales e internacionales en agenda por el mundo.

Lanzamiento de la novela La última tarde del caudillo. Gimnasio Moderno, 2018. 



























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