El
tumbao de Beethoven
Novela de Fabio
Martínez
Fundación literaria Común Presencia
Colección Los Conjurados, Bogotá, abril de 2012, 171
páginas
Por Jorge Eliécer Pardo
Fabio Martínez |
Con un epígrafe de Eddie Palmieri que interroga, ¿A quién no
le gusta este tumbao?, el lector termina contestando: a mi me gustó este
tumbao. Ésta novela desenfadada de Fabio Martínez.
Además de la salsa que todos hemos bailado, que todos
bailamos aún, hay en esta novela un profundo conocimiento de los seres humanos
inmersos en una época y entorno especiales, en la ciudad de Cali, la de los
años setentas. Es el resumen de los años de las parejas que en medio de los
avatares de un país lleno de contradicciones políticas e ideológicas, debatía
posiciones y militancias, bailando, haciendo el amor, habitando edificios y
camas con sueños encontrados de revolución y amores correspondidos o
extraviados.
La carga de ironía y humor que tiene la literatura de Fabio
Martínez —sobre todo en sus cuentos— la despliega en este libro con sutil pero
doloroso síntoma de derrota; eso es El tumbao de Beethoven. Historia de
amor y desamor. Violeta González y Humberto Otero. No es una narración lineal, monologa
y deambula, va y viene como las parejas gozando a Richie Ray y Bobby Cruz. Creciendo
para el olvido en medio de conciertos memorables.
“¿Voy sin calzones?”, pregunta Violeta como agarrando
recuerdos de infancia al muchacho que la amó por siempre, que la esperó para
siempre, como esos amores románticos en desuso.
En el concierto, Violeta salta al cuello de su amigo. “…el
joven siente, a la altura del cuello, una pelusa tibia, como si fuera la piel
aterciopelada de un gato…”
Así las primeras páginas para meternos en una erótica
relación que luego habrá de conducirlos a aventuras, alegrías y tristezas
mientras Celio González los arrulla desde el picó.
Racismo, machos y pandilleros, en palabras que se juntan con
lugares, barrios, colinas y caleñas calientes, como llaman a las rosquillas de
harina de yuca, al decir de Martínez. El tumbao de Beethoven huele a comida
y a esmegma, a sancocho valluno, sopa de torrejas, albóndigas y marranitas.
Huele a sudor de pistas de baile y a almizcle de negro. Sabe a licor revuelto
con una generación toda viche, inmadura, perdida.
Personajes anodinos pero de carne y hueso, van por lugares
emblemáticos del entonces, el Honka Monka, el Séptimo Cielo, La Manzana, La
Escalinata, el Schira, La Barola, Juanchito “el único lugar en el mundo donde
las noches se unen con los días”. Y acaban en las tardes bucólicas del Pance.
La novela viaja a Bogotá como la podredumbre donde los que
van y vienen vivirán contagiados del dolor urbano indiferente o de la pus de
sus andenes y de sus lechos fáciles. En las dos urbes se desenvuelven las vidas
personales y a la vez públicas de callejones y sinsabores. Bogotá, que todo lo
devora. El narco y su cultura impuesta, la narcorumba que se apodera de todo
aparece no como crónica sino como vivencia en los ojos transparentes de un país
decadente, con falsa opulencia.
El habla caleña no es molesta para el lector, al contrario,
adquiere un tono gracioso que, unido a los giros propios, le dan riqueza al
lenguaje sin caer en lo puramente coloquial. Fútbol y música, pubis y
aguardiente Blanco, letras de canciones que entrelazan la narración dan ritmo
unas veces, erotismo, otras. Sexo y revolución, verbo revolucionario y de levante de las nenas de la
época, compañero, camarada, mamerto, trostkista, líderes estudiantiles, represión
y muerte. Las baladas tristes de utopías ajenas.
Por el libro transitan los nombrables no solamente de la
historia novelada sino de la historia patria: Andrés Caicedo, Patricia
Restrepo, Ramiro Arbeláez, Eduardo Carvajal, Feliza Bursztyn, Alcántara,
Astudillo, Muñoz, Jotamario, Umberto Valverde, todos por la rumba y en el
derrumbe inevitable. ¿La generación perdida?, no, la generación podrida, al
decir del personaje de Fabio. Discusiones en torno al arte de figuras en
formación o en deformación.
Contrario a lo que algunos han afirmado sobre la cercanía
con Andrés Caicedo y su Que viva la
música, El tumbao de Beethoven está
bien escrita, sin errores gramaticales como la del malogrado cineasta. Ésta es
una prosa madura, que conoce a fondo los devenires de una generación de
escritores repleta de sueños con finales fracasados, como los finales de las
verdaderas tragedias históricas y personales. Una ciega, un inválido en medio
de la poesía del desastre, monólogos donde el poder de la memoria y el tiempo
se entrelazan con la fuente del olvido.
Novela alegre en su epidermis pero triste y vacía en una
historia de amor, de niñez, juventud, que se desvanece en la inatajable tragedia
del olvido: encuentro inevitable entre la muerte y la ensoñación.
Fabio Martínez ha escrito una novela de la verdad, creando
ámbitos literarios, personales, donde no es la descripción vacía que tantas hay
en las literaturas latinoamericanas contemporáneas. Sus personajes tienen la
verosimilitud de los grandes dramas humanos. La carga de la música en el
trasfondo es un pretexto, un sonoro y bello telón donde se refleja el conflicto
humano que es el que en últimas le interesa a la literatura, el que al final
hace reflexionar al lector invisible. Una sordina del devenir del siglo pasado,
allá, aún suena, queda y persistente.
Jorge Eliécer Pardo
Fabio Martínez con JE Pardo, feria del libro 2012 |
Benhur Sánchez, Fabio Martínez y JE Pardo, feria del libro 2012 |
Muy bueno y analítico este texto de J. E. Pardo sobre la nueva novela de Fabio Martínez.Gracias y felicitaciones para ambos. Sobre la novela y su autor, sugerimos ver: http://ntc-narrativa.blogspot.com/2012_03_08_archive.html
La terca generación que sigue dándole a la tecla con entusiasmo y cariño por la vida!
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