9 de julio de 2024

La realidad es absolutamente efímera

Lecturas compartidas

La realidad es absolutamente efímera
Novela de Cecilia Caicedo Jurado

Jorge Eliécer Pardo



“Las palomas corrían porque no podían levantar vuelo. Las palomas cerraron sus picos y sus alas, ni siquiera miraron las migas en el suelo. Oyeron el primer estruendo, el segundo y así por enésima vez seguían oyendo y sintiendo y palpitando los disparos”.
Cecilia Caicedo J.

Jorge Eliécer Pardo lee la novela

En su tercera novela, Cecilia Caicedo aborda, de nuevo, los grandes temas de las sociedades en conflictos: el amor y la violencia. La realidad es absolutamente efímera (Klepsidra Editores, 2023, 80 páginas) es una novela collage, con estructura collage, (sobre el padre del collage en Colombia); personajes fragmentados, puzles, calidoscopios; pasadizos de búsquedas y acertijos, amores y sensualidades, poesía y discursos políticos e históricos imbricados en tristes escenas con líneas rojas y palomas blancas. Como todo laberinto el lector puede entrar por cualquiera de las puertas que ofrece el esquema (la edificación novelística) y los personajes.
El amor, la locura, los sueños revolucionarios (llámense utopías) navegan en atajos intrincados como el amor y la sensualidad. Convergencia de un poeta pintor, con otro, rebelde y quimérico (por no conformar su estado mental o mejor su estado alucinado). Los hechos atroces de la historia reciente en Colombia (el Palacio de Justicia) desencadena reflexiones que los distintos narradores dejan discurrir en el avance de una narrativa anunciada desde las primeras páginas y que se morderá la cola en los epílogos.

Los diecisiete fragmentos rompen la línea tradicional de tiempo. Aunque pareciera una historia de amor y abandono, cotidiana, al avanzar por los acontecimientos, la complejidad lleva al lector a comprender no sólo la vida de los protagonistas sino los contextos espacio temporales que enmarañan los sucesos en una fragosidad de confusos incidentes develados desde la propia irrealidad. 
Una siquiatra se enamora de su paciente y primo; la nueva búsqueda la lleva a sitios de sus infancias con un tono que nos remite a los hermosos poemas de Aurelio Arturo donde se “encierran todos los matices del verde, verde como la hierba, o verde amarillento cuando la cebada y el trigo adolescentes se disponían a tomar el color del oro viejo” (Caicedo, p.10). 
Como en una pintura cubista nos adentramos en distintas versiones del mismo cuadro. En los senderos que se bifurcan, las voces (primera y tercera personas, o las de las cartas y monólogos), juegan con el prisma que practicaban los surrealistas. Al decir de la siquiatra, ni “su paciente ni el país nunca han recibido la historia completa sobre todos o cualquier evento”. (p. 17). Nos damos cuenta del símil apresado en el diván: el país y las personas necesitan tratamiento. 

Las voces femeninas arrastran discursos que no les ha permitido la historia machista, patriarcal. Las oímos no como reproches sino como confidencias de devenir, desde lo profundo que los secretos e intimidades tienen en la fuerza del lenguaje que los hace verosímiles. Los cuestionamientos de la mujer se evidencian, “Mercedes clavó la intensidad de sus deseos reprimidos tantos años y se sumergió en las aguas de sus poros y navegó con calma entre sus aguas (…) Y se metió por un instante eterno por los poros del cuello, dando grandes saltos, haciendo mil piruetas, para pasar a galope de caballo por el agua de sus sienes, de su boca, de su tórax, llegar hasta el ombligo, bucear ahora con calma por el pubis, descubrir el agua de las venas en la pleamar de sus piernas y descansar a gusto en los talones, como si fueran los de Aquiles, el de los pies ligeros” (p. 35).

Otra de las virtudes de La realidad es absolutamente efímera es el manejo del lenguaje poético. Sin poesía no hay literatura, se ha dicho siempre. Lo poético, unido a lo erótico, proporciona una lectura que sensibiliza. Lo cotidiano, tan difícil en la narrativa, sin caer en lo evidente, en lugares comunes, adquiere la credibilidad conjugada con relevante literatura. El hastío del matrimonio y la vida diaria que lesiona los afectos. Relaciones que, al decir de la escritora Caicedo, “inicio de un amor que terminaría siendo con el tiempo primero doloroso y finalmente insignificante” (p.50). 

El tema de la literatura en la literatura, personajes creadores, revolucionarios, amores universitarios, traiciones ideológicas, militancias, recuerdos y textos evocadores, forman un mundo en escenarios fugaces. Amores adolescentes y de juventud, frustrados como el mundo. El reiterado sueño de escritores e intelectuales de vivir en Europa, de los años setenta, ubica a una generación proclive a las utopías en todo, al amor, el arte, la literatura, la política. La realidad es absolutamente efímera se suma a un buen número de libros donde estudiantes colombianos moldearon sus vidas en la Ciudad Luz y, por supuesto, con futuro fracaso, (aludiendo a la amada Rayuela de Julio Cortázar con Oliveira y la Maga por compañía). Los cuestionamientos se mezclan entre personas (igual personajes, o máscaras) donde los recuerdos soportan y, a veces, distorsionan la memoria. Confesiones que rompen el velo para evocar a amigos de las letras como lo hace la escritora Cecilia Caicedo con Helena Araújo, la legendaria narradora y ensayista residente (en el tiempo de la novela) en Laussanne. Es cuando el lector se entera de la imbricación de lo que se encuentra en la historia de la realidad efímera y los cuestionamientos, igual de efímeros, de la creación literaria. “Porque en tu tierra verde y roja, se ha prohibido contar historias íntimas, como es vedado también contar despacio-despacito la historia colectiva porque una y otra son actos de amor, de juegos narcisos, cuyo peligro reside en que al mirarnos en las aguas del mar de la memoria nutramos nuestra savia y nuestra alma” (p.62). Compromiso con la Historia sin caer en el panfleto ideológico. Los monólogos toman vuelo como las palomas y la presencia no sólo de los nudos amorosos sino del tiempo narrado. Se juntan: “Tú y yo por dentro, sin ropajes, sin estúpidas disculpas. Tu cuerpo altivo, sin modas y sin moños, tú al desnudo y yo sin mis recuerdos, siempre contigo, en ti y en mi país que es cada vez menos verde porque el rojo se expande con más fuerzas; me olvidaré de todo, aunque siempre dibuje a mis palomas blancas, en vuelo permanente, moviéndose e el aire rutilante, desplegando sus alas y yo y tú dentro de ellas, alzando el vuelo y haciendo el amor entre las nubes blancas” (p.68).

El episodio de la toma del Palacio de Justicia por el M19 tiene una destacada relevancia porque, como el rocket, atraviesa las existencias de personajes y del país. Y son las palomas de la Plaza de Bolívar de Bogotá, las que simbolizan no sólo el momento sino su significación poética y política. Las que alimentaba todos los días “una mujer, hacia las nueve de la mañana, vistiendo un delantal de dril muy limpio y portando una aljofaina en la mano, mientras en la otra sostenía una bolsa grande menudo, que regalaba por puñados cuidadosos, atenta a que todos los picos encontraran sus granos de arroz de la mañana” (p. 56). Y la voz del coronel Plazas Vega al mando de los tanques blindados, ‘defendiendo la democracia maestro’, y “las palomas corrían porque no podían levantar vuelo. Las palomas cerraron sus picos y sus alas, ni siquiera miraron las migas en el suelo. Oyeron el primer estruendo, el segundo y así por enésima vez seguían oyendo y sintiendo y palpando los disparos” (p.57). Para terminar en la bella figura de “dos palomas naranjadas copulando en la mita del cielo” (p. 60).

Una novela con visos autobiográficos que los lectores informados reconstruyen en el quehacer literario de la autora. Viaje a Europa, intelectuales referenciados, activismo político en el trotskismo, (al decir de muchos militantes, el único que entrelazaba la revolución con la cultura, el sueño de ‘la revolución permanente’). En la novela se encuentran travesías y espejismos, encrucijadas y reflexiones de la denominada conciencia de clase, lo que Plejanov llamó pequeña burguesía. Una generación que bien militaba en la rebeldía o se marchitaba en clínicas de reposo; apabullada por el peso del país y su historia ignominiosa.
Todo lo reseñado pareciera no sólo efímero sino inexistente, inaprensible. Juego de voces, sonidos, espacios, lenguajes y puntos de encuentros y reencuentros. Mandalas, laberintos, matrioska, reflejos, eso encontrará el lector en esta pequeña, notable novela de la escritora nariñense Cecilia Caicedo Jurado, doctora en literatura de la Universidad Complutense de Madrid. Autora, de las novelas La ñata en su baúl, (Pijao Editores, 2008); Verdes sueños (2011); La realidad es absolutamente efímera (Klepsifdra Editores, 2023); el libro de cuentos La intrusa (Pijao Editores 2023). Es una reconocida investigadora de la literatura y ha publicado varios libros con temas relacionados con la novela colombiana. Ganadora de distintos premios regionales y nacionales.

Verdes sueños: Sin vendas para los fusilados: Cecilia Caicedo y la novela de los vencidos (ensayo de Jorge Eliécer Pardo), “es un libro de aventuras, de aventuras de guerras y amores, de paisajes y tristes episodios que nos hizo como somos. Un libro susurrado con un tono de confesión, de oralidad unas veces, de crónica otras, pero, sobre todo, de verdad. No nos importa si hay una fidedigna verdad histórica, lo que sí nos damos cuenta es que existe en ella la verosimilitud que exige la literatura. Este libro rinde homenaje a las mujeres, a las que amasan el pan y las que acompañan a sus hombres en las luchas libertarias. Las mujeres que deambulan por estas páginas son más perdurables en el corazón del lector que el mismo Bolívar, por más aureolas que ostente, o que Agualongo, el aguerrido y obstinado luchador al servicio del rey Fernando VII”. (Ver texto completo en:
http://www.jorgeeliecerpardo.com/2012/06/normal-0-21-false-false-false-es-trad.html).

Entre novela corta o cuento largo (recuérdese, La perla, El viejo y el mar, Bartleby, el escribiente, El coronel no tiene quien le escriba, La muerte de Iván Ilich, El perseguidor, La metamorfosis, Los adioses, fluyen excelsas narraciones en las que el lector entra embrujado en una composición musical clásica. Difícil género y Cecilia Caicedo cumple su cometido.


Jorge Eliécer Pardo
Bogotá, junio de 2024
 

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