27 de julio de 2018

LECTURAS COMPARTIDAS: Fermín Fernández Belloso, poeta para siempre. Lectura de un hermoso libro de un poeta que emprendió el viaje sin retorno y de quien aprendimos tanto.

Por Jorge Eliécer Pardo


Fermín Fernández Belloso
Es verdad, todos somos licántropos, ese extraño ser que nos habita, como el lobo que aúlla más allá del silencio. Así nos lo recalca Fermín Fernández Belloso (España, 1978-2018) en su libro “La piel del licántropo y otros poemas” (Pigmalión, 2018). Este poeta, que más pareciera monje medieval, por su mesura en todo, ha sido el escritor amado por todos y, sobre todo, por todas. Y lo merece. Caballero cantor en fiestas y ceremonias, poeta del silencio y la penumbra.

Entré a su poesía como a un bosque encantado, lleno de plenilunios, almendros, olivos y colores que, poco a poco, se oscurecen en el paisaje. Agrega, a su más subyugante viaje, un subtítulo que cautiva y conduce: “cuando piensas que habitas otro yo”. Me quedé pensando que uno era el habitado y me aventuré a entrar en el ramaje. La frondosidad de sus poesía esta poblada de noche para, dice él, “fundir mi sombra entre los lobos”. Los dos, poeta y lector, lejos de la ciudad, dispuestos a enfrentar ese otro intruso. Otro, doble, inconsciente, los Doppelgänger de los alemanes. Existen, entonces, dobles recuerdos, olores, rumores, de “él” en nosotros. Esa la esencia de esta parte del poemario de Fermín. Claro oscuros, ausencias, curvas, brisas, quizás nuevos nacimientos, o ese único nacimiento que todos evocamos y que la poesía atina en “unos ojos iguales a los míos”. Acaso prisioneros, en jaulas, en otros úteros, en “otros tiempos”. Volamos por el bosque embrujado de las palabras, ruta bucólica, entre animales y paisajes, cuerpo invadidos, olor a musgo entre mariposas, insectos y rebaños, “los cuerpos penetrados”. Crisálida y vuelo. Lentamente retorna el vacío de vivir, “no podré soportar un nuevo eclipse”. Y de nuevo, “hoy vuelvo a ser, yo mismo”.
En los socavones y las huellas de los lobos, los druidas, sabios sacerdotes celtas, “previenen un antídoto/ en el bullir sonoro de sus pócimas”.

Bajo los números romanos, los poemas de Fernández Belloso nos fisuran el pecho y nos arrancan la piel, sin dolor. Los otros poemas, además de la naturaleza, viaja a lugares conocidos, como bitácora existencial.
Este libro abre las expectativas en el lector, sin importar si es o no poeta ese lector. Nos confronta sin ofender, sin la fácil magia de las leyendas sino con la magia y la prestidigitación de la poesía que habita, inevitable.

En la Feria del libro de Bogotá, 2018. Fermín, segundo de derecha a izquierda

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