Trashumantes de la guerra
perdida
la amnesia de un siglo
Por Jorge Torres
Poeta colombiano residente
en París, Francia
El
libro se iba deslizando hoja por hoja y, cada uno de sus cortos capítulos,
dibujaba desde su primera frase: No los
persiguen, sólo huyen de la guerra y sus horrores. No cargan los huesos de sus
muertos porque quieren borrar las cicatrices de los odios, la historia de
una guerra. Continué en mi lectura el viaje por un siglo donde mi imaginario me
fue transformando en uno más de los Trashumantes
de la guerra perdida; me sumergí en el árbol genealógico que desde sus raíces
hasta su fronda lleva la savia de nuestra historia.
La
familia Guzmán me fue perteneciendo y, poco a poco, la neblina del olvido comenzó
a despejar mi memoria y a sentir como si fuera ayer todas las penurias de una
Patria consumida en la violencia y la rapiña.
Un
nacimiento meses antes de la Guerra de los Mil Días y otro en el comienzo de la
nueva confrontación. Benedicto y Tulita son la raíz de este árbol que lleva la
memoria de una multitud que se paseó en la adversidad del siglo XX. Viajes y
viajes para huir de la muerte, para encontrar el sosiego y trabajar la tierra;
a través de ese voltear las páginas de la novela de Jorge Eliécer Pardo, sentí los
aconteceres del país que somos.
Me he
sentido rodeado de generales, de sabios de la política, de gamonales de lejanas
provincias, he percibido el café arábigo que mutó en caturra y me he sumergido
en la dificultad de lograr vivir; he visto el progreso y sus alianzas, he
quedado atónito con bandoleros que recuerdan mi infancia; he vuelto a las
iglesias, a los confesionarios, he deambulado por campos y pueblos y olido los
odios que engendra la política. He visto el cielo poblado de volantes y de
aviones mientras los culebreros venden pomadas en los mercados, y en las cantinas
se destilan odios políticos y chismes de amor y en las galleras los hombres
machos juegan sus existencias mientras campesinos ambulantes recogen cosechas y
vencen el miedo de los míticos chusmeros
y los hacendados que se enriquecen; he oído juramentos políticos, emboscadas a
soldados; agresiones y muertes estudiantiles como las viví en La Nacional; acariciado los frailejones
en el camino hacia el Sumapaz y otras cordilleras, ungido de niebla y frío. He
visto nacer la resistencia contra el oprobio y en la urbe los refugiados de la
provincia escapando de la desolación y en los pueblos la desconfianza en los
promeseros. He regresado a mi terruño, visto, revivido, los recuerdos de
infancia, adolescencia y, en la madurez, la misma la patria boba que nos llevó a la guerra.
Décadas
y décadas como si el tiempo se hubiera detenido y en el escenario de la
historia hubiéramos sido condenados a aceptar la muerte prematura. Trashumantes de la guerra perdida, la novela, nuestra realidad, pesadilla
de la verdad que va deshierbando la memoria que perdimos.
¿Quién
se negaría a pasearse en la comarca de Trashumantes
de la Guerra Perdida? Hoy cuando la paz ha llegado al umbral del futuro y
es imprescindible saber qué fuimos, dónde vamos, para no repetir la barbarie, nuestra barbarie.
Jorge
Torres
Paris
20 de Sep del 2016
Trashumantes de la guerra perdida, Pijao-Caza de libros, 512
páginas, Bogotá, abril de 2016.
Encuentro del poeta Jorge Torres con Jorge Eliécer Pardo. Paris, agosto de 2016 |
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