Un existencialista irreconciliable
William Geovany Rodríguez Gutiérrez
Un hombre no es otra cosa que lo que hace de sí mismo.
Jean Paul Sartre
En vista de que son muchos los ejes de interpretación en los que nos podríamos detener a analizar en la obra literaria “Seis hombres una mujer” del escritor Jorge Eliécer Pardo, nosotros hemos considerado oportuno centrarnos sólo en los diferentes procesos psicológicos de la condición humana que afrontó Jerónimo Santos -personaje principal de la obra en mención-, ya que en últimas es lo que determina su personalidad.
Éste personaje en la narrativa colombiana es sin duda uno de los más conflictivos en el plano psicológico, así como lo han sido en la narrativa universal, los hermanos Karamazov, personajes que estructura en su narrativa Fiódor Mijáilovich Dostoievski e Iván Illich, personaje principal que da vida a uno de los libros de León Tolstoi.
En vista de lo anterior, Jerónimo Santos es el clásico personaje de la novela moderna que siempre fracasa, debido que no logra ser lo que quiso ser, hecho que está emparentado con lo que propone el escritor de todos los tiempo, William Shakespeare.
En ese sentido Jerónimo Santos termina sintiendo de forma extrema su fracaso, por eso afronta varios conflictos tanto de orden psicológico como axiológicos; a su vez se debate en muchas ocasiones entre lo que es y no es, entre la libertad y el libertinaje, entre la dicha y la desdicha, entre el amor y el desamor, entre la felicidad e infelicidad, porque quiere encontrar en las contradicciones de la vida humana la revelación de su propio yo, así como el verdadero sentido de su existencia.
Cabe destacar que él es un revolucionario, militante con una fuerte ideología política, un hombre ilustrado, una persona que se cree de mayor ímpetu que cualquier otra, caracterización que se corresponde con lo que plantea Jorge Restrepo en su libro La generación Rota porque “es en los sesenta y setenta, y particularmente para Suramérica, donde se conjugaron los anhelos de libertad colectivos –empotrados en el marxismo y el socialismo- y los individuales, que involucraban la búsqueda de estados que fueran más allá de la razón y la sobriedad”.
Además él también es el símbolo de una “generación desencantada”, aunque también es conocida como la “generación rota”, término que dio vida al libro de la autoría de Jorge Restrepo. Envista de eso, su vida terminará marcada por algunos de los vicios de la modernidad y de la cultura burguesa.
Al respecto, podemos preguntarnos cuáles son éstos y desde luego encontraremos que los que él acepta como estilo de vida hacen alusión al individualismo, el egoísmo, el interés por el dinero, la prepotencia, la ambición, la bohemia, el despotismo, el placer por el placer, el engaño, la desdicha, la soledad, la pérdida, el duelo y el anhelo de ser un hombre con mayor poder dentro de la sociedad.
Además es un sujeto que vive en la claustromanía, lo que indica que siente cierto placer por el encierro. Ese lugar evidentemente va a ser su habitación o como el solía conocerle como su refugio o en el mejor de los casos su biblioteca. En ese mismo lugar será donde afronta consigo mismo sus derrotas y triunfos.
Allí se confronta su alma, se debate entre la soledad, llora en silencio, asume su propio descenso, lamenta sus fracasos, reniega de sus derrotas, y se arroja a vivir en unas crisis existenciales con las cuales reflexiona –llega a pensar que sin ellas todo sigue igual y puestas sobre el vacío- hasta bordear en lo metafísico lo desconocido tanto así que se olvida de sí mismo para poder encarnar el demonio de la desolación.
Por eso nada de lo que él hace lo satisface como antes, debido a que “ya no encuentra en las fórmulas diferenciales y la concreción de los resultados el sentido que llenaba su vida” (Pág. 16). Por esa razón, la juventud empieza a escapársele por las yemas de los dedos sin que pueda evitarlo. (Pág. 17)
En esos declives emocionales por los que atraviesa el personaje, va a ser inevitable que él termine viviendo en ciertas alucinaciones, de ahí que “piensa que sus amigos de infancia lo acompañan por tal razón se desdobla para hablar con ellos en el pasado con sentimiento de niño. En sus regresiones busca a su vecina, y la detalla bella y ausente como en aquellos días, busca a su padre, hallándolo recostado en su cama amplia, entre pensativo y taciturno, indaga por sí mismo en toda la casa, encontrándose frente al espejo grande tamaño, de tamaño humano, elucubrando su futuro de hombre mayor” (Pág. 18)
Ante esto, trata de escapar de su realidad y termina bebiendo, y como si no le bastara, encuentra en la escritura una forma de dar cuenta de su propia problemática de la que se atreven sus amigos a cuestionarle cuando, estando todos reunidos en una taberna, le dicen: “que bastante tuvieron con el existencialismo de Borges para que ahora hable de esas estupideces, que hay que escribir, sobre la problemática del hombre contemporáneo, sobre las contradicciones del capitalismo y sobre el obrero explotado”.
Otro de los momentos más difíciles que tendrá que afrontar Jerónimo tiene que ver con el casamiento suyo y Leonor Valenzuela ya que él lo hace por conveniencia, sólo para cumplir la voluntad de su madre. Por eso “se casa sin darse cuenta soñando con una ilusión desfallecida en los libros que le huyen como testigos silenciosos de sus fracasos íntimos” (Pág. 22)
Jerónimo, con este nuevo compromiso que adquiere, se encuentra lejos de sí, sumido en la tristeza de no poder recobrar lo que dejó en el pasado, porque atrás quedaron sus conversaciones con Hegel, Sartre, Marx y Lenin, sus dotes de revolucionario, su voz de protesta en las manifestaciones, la barba que lo acompañó en sus días de universidad y el amor de su vida, todo porque se ha convertido en un ingeniero y en un burgués.
De acuerdo con lo anterior, el investigador Jorge Ladino Bayona manifiesta en su reseña crítica literaria sobre la obra abordada que a Jerónimo “es el trabajo y el éxito social lo que lo alejan de las personas y mundos alternos que el arte había labrado en su juventud”.
Este último aspecto es ratificado por el profesor Leonardo Monroy Zuluaga cuando afirma en su reseña crítica escrita sobre el libro tratado que “Jerónimo Santos es un burócrata que ha llegado a su posición sacrificando su identidad”.
Al respecto el investigador Jorge Ladino Gaitán Bayona asegura que el deterioro y el hastío de este hombre culto se presentan porque sacrifica el arte y el amor por las promesas del dinero y el poder.
En las palabras del profesor Leonardo, Jerónimo sigue determinado por dos tiempos –el pasado revolucionario y el presente burócrata- son el espejo de sus dos relaciones y de igual número de existencias diferentes, porque hay un Jerónimo irreverente con ínfulas de intelectual, casi feliz, que no soporta al otro, al Jerónimo esposo de una hija de familia adinerada.
Ahora que él ha madurado con los años, el personaje en las palabras del narrador “desempeña un cargo de importancia, posee lo deseado por hombre cualquiera de la clase amistades, bien relacionado y consentido por la casta política tradicional”.
Esta apariencia que crea se subvierte porque en el fondo extraña lo que ha sido, razón por la cual busca cada vez que puede, visualizarse en el espejo para así rescatarse en su pasado “porque él piensa que el pasado está latiendo como un perro rabioso, que nos hace obrar y pensar en cada mordisco, en cada aullido lleno de espanto, ese miserable pasado que para unos siempre fue mejor” (Pág. 43)
El mundo caótico en el que se desenvuelve, lo atormenta a tal punto que quiere huir de él, porque la monotonía no le ofrece mayores retos de los que debe cumplir en su trabajo, ya que no tiene la posibilidad de experimentar nuevas sensaciones que lo lleven a lograr vivir otras experiencias.
Por tal razón, “todas las imágenes del presente son dolorosas porque muestran la chatura del mundo, la ordinariez y simpleza de los horarios de oficina, de los documentos por organizar, la rapiña del hombre moderno”. (Monroy, 02). En vista de esto el personaje vive diciéndose a toda hora que las cosas tienen su verdadero sentido cuando nos asaltan la felicidad.
Por lo anterior es que “se reprocha en la penumbra de su biblioteca” (Pág. 24) y “llora entonces el abandono de todos y de todo, ocultándose del mundo”, razón por la cual considero que él era un desprotegido en el mundo, un ser desvalido, una esencia perdida en el vacío, un muerto vivo que con nada se desencantaba y alguien a quien la muerte siempre lo atormentaba.
Además a éste personaje lo persigue el miedo a envejecer pronto, porque cuando ésta entrando a un Mercedez Benz que la familia de la novia dispuso para la boda “siente que otra vez la juventud se le escapa por la yema de los dedos y que los sueños le huyen por los oídos como una forma del recuerdo donde un libro y una mujer: Ruth Mazabel le dicen adiós” (Pág. 26)
Éstas no van a hacer sus únicas vicisitudes con el mundo, porque también existen otras que originan en el personaje más conflictos psicológicos. Como ejemplo tenemos “ahora posee un ropero inmóvil y oscuro donde guarda el peso de sus trajes, su cuerpo repetido en cada uno; cuando se enfrenta a él experimenta una sensación absurda: lo cuelgan del cuello y lo encierran a la voluntad de sus angustias” (Pág. 26)
Éste personaje, cada vez que se enfrenta así mismo tiene que correr con el peligro de que sus propios mundos oscuros lo devoren. Por eso en ocasiones el temor no lo deja actuar como le pasó con el hombre de la sombra, ya que una vez que lo ve su pecho se llena de temor y la angustia que se apodera de él no hace posible destruir sus demonios porque el hombre de la sombra seguirá allí vigilándolo.
En conclusión Jerónimo Santos resulta ser todo lo que enfrentó, un hombre que estuvo dado al naufragio emocional, porque su inestabilidad con su existencia lo llevó a declinar en muchas de sus revelaciones, hecho que no permitió que él pudiera descubrirse a sí mismo.
El presente artículo ha sido editado en diferentes medios culturales, Puede leerse en Gaceta Gacete Virtual.
http://gacetaliterariavirtual.blogspot.com/2010/09/gaceta-literaria-n-45-septiembre-de.html página 29
William Geovany Rodríguez Gutiérrez, nació en Purificación, Colombia1984
Maestro de Lengua Castellana, Escritor, Poeta y Ensayista
Licenciado en Lengua Castellana de la Universidad del Tolima, donde recibió los máximos reconocimientos como son el Grado de Honor Máximo y de Excelencia Académica. Becario y actual candidato a Magíster en Educación. Diplomado en Investigación Cualitativa y Docencia Universitaria.
Algunos de sus estudios han sido publicados en el Periódico El Informativo, el Boletín Virtual y el Boletín Entérate de la Facultad de Educación, Universidad del Tolima; Revista Cronopio de Colombia, Revista de Colombia y América Latina Libros & Letras, Boletín Internacional de la Red de Género y Solidaridad del Brasil, Revista Gaceta Virtual de Argentina, y la Revista Sociedad Latinoamericana de la Facultad de Estudios Superiores Aragón de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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